Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

La canción del emigrante

Son tiempos difíciles para todos, también para "los otros", los emigrantes. De entrada, resulta curiosa esa distinción (nosotros y ellos, los nuestros y los extraños/extranjeros/emigrantes), pues todos somos emigrantes o herederos de emigrantes.

El Homo sapiens apareció en África hace miles de años, de allí emigró al resto del mundo. Desde entonces, los movimientos migratorios no han cesado (ni cesarán), pues como reconoce la ONU, "la búsqueda de mejores condiciones de vida y de trabajo, las desigualdades económicas, sociales y demográficas persistentes, las violaciones de los derechos humanos, los cambios ambientales así como los conflictos y la violencia son impulsores de la migración. Cerca de 214 millones de personas, vale decir, el 3% de la población mundial, de las cuales prácticamente la mitad son mujeres, viven fuera de su país de origen. La migración forma parte integral del proceso de desarrollo".

Nuestro país ha sido tierra de inmigración y de emigración. La última gran oleada migratoria está reciente: Miles de españoles emigraron o se exilaron a Argentina, México, Francia, Inglaterra, Norte de África, Suiza, Alemania… A ellos les debemos en gran parte la calidad de vida que disfrutamos. Sin embargo, los xenófobos los acusan de generar desempleo, caída de los salarios, que explotan la sanidad y los recursos sociales, que bajan los precios de los inmuebles de las zonas en las que residen, que nos traen drogas y enfermedades, violencia y delincuencia… ¿Y qué hay de verdad en eso? Lean la opinión nada sospechosa al respecto del Servicio de Estudios Económicos del Grupo BBVA: "Como resultado de los efectos económicos positivos que la inmigración puede tener en los lugares de destino tales como un impacto favorable en rejuvenecer a la fuerza laboral, en mejorar las finanzas de los sistemas de seguridad social, en facilitar el quehacer de la política económica, en aumentar en el consumo, y en favorecer la generación de empleos, entre otros; la inmigración puede impactar positivamente en el crecimiento económico del país receptor".

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se reconoce que: "Toda persona tiene derecho a circular libremente y a fijar su residencia en el territorio de un estado….". No quiero hacer demagogia, pero hoy día esa declaración solo se respeta para el capital, los ricos, los que emigran para eludir impuestos, por turismo… Para el resto, ese derecho se ha convertido en delito. Y aunque es obvio que se trata de un tema complejo y que no es realista plantear una política de fronteras abiertas para todos, sí que debemos abogar por fronteras más permeables, por acuerdos y normas consensuadas entre las partes, por planificar las llegadas (sin mafias interpuestas), por legislar sus derechos y deberes… Y mientras, en esta Semana Santa sin saetas ni tronos, pero donde las muertes por llegar a nuestras costas no cesan, por lo menos oigamos la canción del emigrante de J. Valderrama: "Adiós mi España querida, / Dentro de mi alma/ Te llevo metida, / Aunque soy un emigrante/ Jamás en la vida, / Yo podré olvidarte…". O la versión actual: "Adiós mi (Sudan, Argentina, Rumanía, Marruecos, Venezuela, Somalia…) querida, /Dentro de mi alma…"

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