¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El cante de la consejera

La escuela andaluza no necesita más contenidos identitarios, sino reforzar Matemáticas y Lengua

Sabíamos de la afición a lo jondo de la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, por los servicios de prensa y propaganda de la Junta. De hecho, cuando su nombramiento, el único mérito en el ramo que pudieron destacar fue su vinculación familiar a la peña de flamenco Torres Macarena, sancta sanctorum de los aficionados sevillanos al cante gitano-andaluz, como le llaman algunos no sin agrios debates y reyertas. A Torres Macarena hay que ir al menos una vez en la vida, como los moros a la Meca, a escuchar buen y mal cante (que de todo hay) y tomar un vaso de caldo de puchero, que antaño fue el consomé de los pobres y hoy es un BIC gastronómico.

La consejera ama el flamenco, pero canta boleros. Lo vimos el otro día en Canal Sur, en uno de esos programas que intentan mostrar el "lado humano" de los políticos y que éstos aprovechan para disparar algunas andanadas de populismo catódico. En el momento estelar de la noche, a petición de la concurrencia, Del Pozo interpretó Corazón loco, una de las cumbres del bolero, ese género que retrata como ninguno el amor doliente y tierno del machito enamorado. Eso sí, lo hizo a la manière del Cigala, es decir, aflamencando la voz, aunque sin el piano cómplice de Bebo Valdés. La consejera podría haber optado por el flamenco de sus entretelas, por el desgarro sentencioso de la soleá o por esa explosión de vitalismo que son las alegrías de Cádiz, pero prefirió un clásico del inmortal Machín. Nada que objetar.

Sí tenemos peros, sin embargo, a esa vieja obsesión que Del Pozo comparte, según dijo en la entrevista, de "introducir el flamenco en las escuelas" como un contenido fijo y obligatorio. Es más, la consejera dejó claro que todos los niños andaluces deberían saber distinguir los tipos de compás al igual que conocen la tabla del 3. Quizás tenga razón y nuestro secular retraso venga de la falta de pericia de los estudiantes con el riapitá, pero a nosotros la propuesta nos sabe a regionalismo de garrafa y subvención. Desde hace tiempo -en este y muchos otros asuntos el autodenominado Gobierno del cambio no ha cambiado nada- nos quieren colar una ikastolización de la enseñanza andaluza, pero con palillos y guitarras en vez de chistus y chalapartas. La escuela del sur no necesita más contenidos identitarios, sino reforzar Matemáticas y Lengua, sus grandes carencias. Defender que el flamenco es una gran aportación del pueblo gitano y algunos payos fronterizos a la cultura universal no es ningún exceso; convertir la escuela en tablao, sí. Y viva Camarón.

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