MIENTRAS el taxi me llevaba a mi destino me dediqué a observar a través de la ventanilla la cara de la gente que discurría por la ciudad. Los semáforos en rojo me permitían detenerme a observar con más detalle cada rostro sin ser vista, por lo que el análisis de qué reflejan esas caras podía llevarlo a mejor término. Al menos tenía el tiempo suficiente de observar un rostro de un hombre que esperaba el autobús y fotografiar su semblante para llevármelo y hacerle después un análisis imaginario. Él se quedó allí, pero yo le robé un halo de su rostro. ¿Le habré quitado algo? ¿Se desgastan las caras al ser observadas? ¿O cuando te llevas la cara de un desconocido a tu recuerdo él gana algo más de vida?

También capté el rostro de otra señora que estaba cerca, así como el de los niños que salían del colegio. Las diferentes expresiones me llevaron a dividir tipos de caras. Separé las de la gente que iba sola y las de quienes iban acompañados. En ese tiempo pude determinar que quienes van acompañados tienen una expresión en el rostro que empatiza la conversación o compañía del otro, aunque en ese tramo del paso no se hablen.

Por el contrario, quienes van solos, tanto caminando como esperando en una parada, su cara son ellos mismos. En su gesto no mantienen una tensión pretendida, sino natural. La expresión no hace más que reflejar, delatar, sus pensamientos. Si nos observamos, en general, cuando estamos solos, nuestra cara está tan relajada y libre de esfuerzos ante los demás que tiende a verse triste. ¿Por qué en nuestro estado más relajado, de soledad, no podemos estar sonriendo?

Cuando nos cruzamos en la calle con alguien que, caminando solo, va sonriendo, lo tomamos por excéntrico. Son pocas las personas que se cruzan así por la calle. Las que muestran su intimidad bajo la piel. Olvidar la coreografía que has de hacer con los músculos de tu rostro para dibujar un pensamiento interno delata nuestra propia esencia de verdad.

¿Qué ocurre entonces, que todo lo que llevamos dentro nos da tristeza? ¿De quién es la sonrisa de uno mismo o del que tenemos enfrente? ¿De lo que tenemos enfrente? ¿El ser humano es triste en esencia? Desde María Zambrano, que decía que " la vista percibe la belleza que brilla, mas no puede percibir la sabiduría", pasando por el "no corras, ve despacio/ que adonde tienes que ir es a ti solo", de Juan Ramón Jiménez , hasta aquello de, "porque para mirar dentro de nosotros de modo experimental hemos de salir al exterior", de Ramón y Cajal, otros muchos filósofos siguen buscando si la cara es el espejo de alma. Pero si el alma es inmensamente feliz y en soledad no se refleja en tu cara esa sonrisa o el brillo de los ojos que hagan saltar la belleza, ¿por qué en la individual soledad nuestra cara parece triste?

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