De casta le viene a Pablo

El documento de Podemos no es más que el último pellizquito para rematar el espíritu que les daba sentido

Hace ya casi siete años que Cospedal, en plena efervescencia del 15M, retara a los movimientos sociales a que se presentaran a las elecciones. "Si quieren representar a la sociedad deberían entrar en el juego de la representación", les decía. Aquello se tomó como un desafío contra los que tomaban las plazas, pero con el tiempo se ha demostrado que fue realmente una jugada maestra para acabar con ellos, al más puro estilo Chesterton. La mejor forma de acabar con un revolucionario es darle un escaño en el parlamento, decía alguien. Y funcionó, qué visionaria. Siete años después de aquello, Podemos es una pantomima de lo que fue. De hecho, es algo mucho peor, es justo lo contrario de lo que pretendía ser. Vino a regenerar lo que ellos llamaban el régimen del 78, y lo que han conseguido es replicar sus errores, punto por punto, pero aceleradamente. En siete años han recorrido el camino de cuarenta años de nuestra clase política, desde la Transición. Han pasado de ilusionar a casi todo el mundo a decepcionar a casi todo el mundo.

El documento ético que ha presentado Podemos no es más que el último pellizquito para rematar el espíritu que les daba sentido. Poco a poco, han exterminado a los críticos, han blindado los aparatos, han puesto los sillones por delante de los principios, han eliminado cualquier obstáculo para eternizarse en el poder y finalmente han suprimido la limitación de los sueldos. Y todo ello además a través de un "Documento ético". Qué ironía, y qué grande Iglesias, queda se queda tan solo a un paso de querer compartir consejo de administración con González. Y es que ya lo advertía Borges, elige bien a tus enemigos porque acabarás pareciéndote a ellos.

Pero la cosa realmente no tiene ninguna gracia. Podemos y Ciudadanos representaban la esperanza de una regeneración real de la política, y ambos han caído en sus peores vicios y derivas, hasta hacerse indistinguibles. ¿Y ahora qué? ¿Es esta la única forma posible de hacer política? ¿Nos tenemos que resignar? Chesterton decía que la edad de oro retorna a los hombres cuando se olvidan precisamente del oro. Habrá que volver a esperar, quizá otros cuarenta años. Pero a ver si al menos esta vez, cuando retorne la nueva política, no hace caso de los cantos de Cospedal y se mantiene bien atada al palo. En vez de a los sillones.

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