Calle larios

Pablo Bujalance

La que está cayendo

QUIENES querían un invierno largo estarán contentos, aunque nunca llueve a gusto de todos. La jornada de ayer resultó aciaga porque al temporal le dio por convertirse en catástrofe; y aunque en Málaga no tiene esta norma por costumbre, de vez en cuando el clima se rebela. Las comparaciones con las inundaciones del 89 se hicieron evidentes, y el Guadalhorce se encabritó igualito que hace 2.500 años, cuando sepultó a los fenicios del Cerro del Villar. Si ayer los helicópteros tampoco se hubieran dado por inventados, unos pocos habrían corrido la misma suerte. Más allá de los destrozos, la primera conclusión a la que cabe llegar es la manifiesta carencia en la provincia de infraestructuras y recursos suficientes para evitar que el chaparrón se transmute en diluvio. Ahora resulta que el encauzamiento del Guadalhorce que se practicó en los 90 era insuficiente, y que de cierta promesa ministerial para culminarlo nunca más se supo. Un ficus centenario del centro de la capital se fue al garete empujado por el viento después de que las obras del Metro revelaran la delicada situación en la que se encontraba. Los polígonos industriales quedaron anegados otra vez, y a lo mejor ahora las administraciones sí atienden a las demandas de los empresarios. Que el problema acontezca de manera esporádica no significa su inexistencia. Como en otras decisiones no tomadas, hemos llegado tarde. Y a ver quién es el guapo que se pone a buscar una pareja de camaleones lista para la reproducción en condiciones adversas.

Mientras aquí su servidor va barnizando su arca, no puede evitar acordarse de La tempestad de Shakespeare. ¿Aprovechará la oposición municipal, como hizo Próspero, el temporal para sacar los colores a su adversario, De la Torre, duque de Milán? ¿O reinará tal vez la cordura y serán posibles los amores de Miranda y Ferdinando a modo de colaboración y hasta de pacto? Arriba el telón.

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