La certeza de la guerra

¿De qué nos sirve ese rosario de tratados e instituciones que mantenemos con tanto esfuerzo?

La situación en Ucrania sigue rompiendo los esquemas de la actualidad y nos aboca a una serie de dudas para las que nadie parece tener una respuesta satisfactoria. Desde hace un par de semanas, proliferan los estrategas, como si aquí todos entendiésemos de largo lo que está pasando. Pero ante ese bombardeo de noticias, y ante los lamentables bombardeos reales, yo no tengo certezas, sino muchas preguntas.

¿Estamos en una Tercera Guerra Mundial? ¿Cuál es el origen de la incertidumbre que acogota al presidente de EEUU, Joe Biden, que a ratos da la misma sensación del conejo al que han deslumbrado y paralizado las luces del coche que se le acerca de noche en plena carretera? ¿El derecho internacional no pasa de ser papel mojado? ¿De qué nos sirve ese rosario de tratados, acuerdos, instituciones que mantenemos con tanto esfuerzo? ¿Por qué ante esta situación Occidente se limita a armar a los propios ciudadanos de Ucrania, que están defendiéndose por su propia mano? ¿Dónde está la OTAN? ¿Dónde está la Unión Europea? ¿Dónde está la ONU, de la que por cierto forman parte tanto Rusia como China, a la que casi nadie menciona? ¿Por qué no se habla de que en estos momentos existen sesenta y tres conflictos armados en todo el mundo? Y lo que desde más cerca nos atañe: ¿qué papel está jugando el presidente español, Pedro Sánchez, que afirma con total soltura lo uno y su contrario? ¿Entiende Sánchez la encrucijada en la que nos hallamos y la importancia de que España defina con claridad su postura, o su meta se limita a mantener el cargo?

Frente a todas estas dudas tan sólo nos asiste una única verdad: la guerra es muerte, destrucción, vidas segadas, ciudades enteras arrasadas, crímenes, torturas, mutilaciones, violaciones, niños que lloran, dolor, civilizaciones que se derrumban para sepultar bajo sus escombros a la población, muerte, muerte, muerte... La única certeza de la guerra es la muerte. Y en ello seguimos, desde que nos alcanza la memoria. Aseguran algunos estudiosos que nada ha variado desde Troya, y que la guerra, como institución, continúa siendo la misma maquinaria devoradora de vidas. ¿No han servido de nada cientos de años de error? ¿Es que lo bélico sigue pareciéndonos la única solución, a estas alturas? Este terreno abonado sobre el que proliferan tantas incomprensiones, insisto, semeja un trozo de tierra apto para colocar una lápida: la de la humanidad, que clama por un modo distinto de vivir. Y de morir.

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