EL juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón ha llamado a declarar esta tarde a tres policías que investigaron el chivatazo que avisó en mayo de 2006 al dueño del bar Faisán, en Irún, presunto intermediario de ETA en la red de extorsión del llamado impuesto revolucionario, de que iba a ser detenido. Garzón ha ordenado también otras diligencias, en cumplimiento del auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia que acordó evitar el archivo del caso, tal y como había solicitado el Ministerio Fiscal. El archivo era justificado por la Fiscalía en base a que la instrucción no había podido esclarecer los hechos y, por tanto, determinar las responsabilidades de los mandos policiales a los que se había atribuido la llamada telefónica que alertó, y permitió escaparse, al colaborador etarra, entre ellos el entonces director general de la Policía. Tanto el dueño del bar como otros 15 integrantes de la red extorsionadora fueron realmente detenidos con posterioridad, pero la Sala de lo Penal ha considerado que la causa necesita de "un especial celo y diligencia" debido a que los hechos investigados "adquieren una gravedad sin precedentes en la historia de la lucha contra el terrorismo en España". Desde luego sí existen precedentes de hechos más graves en la lucha antiterrorista: los relacionados con la guerra sucia de los GAL y otros grupos, que llevaron consigo asesinatos y secuestros por los que fue condenado incluso un ministro del Interior. Pero independientemente de la comparación más o menos afortunada, no se puede negar que estamos ante un suceso particularmente grave. La simple posibilidad de que servidores del Estado responsables de la seguridad hayan, presuntamente, cometido delitos de revelación de secretos y colaboración con banda armada, en el contexto de las negociaciones de paz y la falsa tregua de ETA, desata todas las alarmas. La prevención y represión del terrorismo no permite ni atajos ilegales ni interferencias políticas de coyuntura. Garzón debe mostrar el celo y la diligencia que la Sala le ha exigido y aclarar definitivamente el oscuro episodio, sancionando a los culpables si los hubiere, sean quienes sean y los protejan quienes los protejan.

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