el prisma

sebastián Sánchez

Una ciudad en constante bucle

Málaga revive año tras año una especie de pesadilla en la que el Metro sigue estancado y sin horizonte claro y la limpieza vive cautiva del eterno conflicto laboral. Es una ciudad donde lo malo se repite

AÑO 2024. Mi hija Noa acaba de cumplir los 12 años de edad. A pesar de sus pocos años posee una considerable noción de cuanto ocurre a su alrededor. Me mira y pregunta: "¿Papá, pero el Metro no iba a estar en funcionamiento el año que viene?" Superado el primer instante y abrumado por el interés de la pequeña, no me queda otra que contestarle: "No, hija, este año tampoco va a ser".

Aprovecho la ocasión y, tirando de fiel estilo abuelo cebolleta, le relato cómo lo que ella se pregunta era comidilla habitual muchos años atrás. Le explico que ya en el año 2013 había unos cuantos vecinos de la capital que no daban crédito a tanto retraso en lo que, en los orígenes del proyecto, se vendió como la gran solución a los males de tráfico de la ciudad. A falta de una adecuada hemeroteca mental, Noa se nutre de mis explicaciones sobre el asunto, alarmándose más aún cuando le indico que los trenes que, lee en los periódicos, vuelven a demorar su puesta en servicio, tendrían que haber echado a andar en febrero de 2009.

Atenta al mínimo detalle de lo que se expone en las informaciones, observa que el problema radica en que el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía no se ponen de acuerdo en cómo hacer la obra, ni en quién debe pagar qué. "No te atribules", le digo a la pequeña, recordándole que es más de lo mismo, que están a la gresca desde el mismo día en que empezaron las obras del Metro y que despierte de esta especie de pesadilla en la que se ha convertido una ciudad donde hay asuntos eternos, mientras otros se repiten sin descanso.

Le cuento que lo que ocurre con el Metro es una secuencia en la que tras amagar con ser amigos para siempre, los dos socios públicos acaban encontrando algún motivo para enemistarse. Noa, extrañada ante tanta verborrea, acaba señalando con su dedo índice un personaje dentro de la fotografía con la que el periódico ilustra la información. Tras visualizar la instantánea y sin reconocer al político de turno, baja la mirada hacia el pie de foto, en el que lee: "Francisco de la Torre, alcalde de Málaga, saluda a los vecinos a los que consultó sobre el nuevo trazado del Metro".

Al pasar la página, la pequeña se topa con otro titular impactante. En letras gruesas, a cinco columnas: "Los operarios de la empresa de limpieza amenazan con ir a la huelga". Los pensamientos se disipan y regreso a la realidad de la redacción de Málaga hoy.

Año 2013. Constato que todo sigue en su sitio, que mi café sigue humeando, que la radio farfulla sonidos al fondo de la sala y que las taras de la urbe se mantienen intactas. Miro a calle Larios y veo a la gente pasear, transitar de un lado para otro, en apariencia conformes con lo que ocurre en la ciudad, sin pena excesiva porque el Metro no funcione cuando debiera hacerlo y porque la empresa Limasa vuelva a ser caldo de cultivo de un nuevo conflicto laboral. Nadie lleva pancartas exigiendo seriedad a los que gobiernan para que una obra de 600 millones tenga presente y futuro; nadie grita por el casco antiguo la necesidad que de una vez por todas la limpieza en Málaga deje de estar cautiva.

Acabo por pensar que es posible que lo que ocurre con estos y otros tantos asuntos de ciudad sea lo razonable cuando escasea la actitud crítica en el pueblo a quien beneficia o perjudica. Probablemente Málaga no sea única en su especie, probablemente lo que aquí desespera a más de uno se repita de forma mimética en otras urbes, pero la capital que se vanagloria hasta el extremo de ser la cuna de Pablo Ruiz Picasso, el paraíso que describió en sus versos Vicente Alexandre, sí representa a la perfección el caso de una urbe que se mueve en bucle.

Sin remedio, sin solución de cambio. La espiral acaba por atrapar toda iniciativa que proyecta el futuro de la ciudad. Salvando dignas excepciones, bendecidas por el periodo de bonanza económica, ya sea el AVE, ya sea la hiperronda, el listado de eternas promesas se agranda con el paso de los meses y los años. Con el Metro comparten espacio los Baños del Carmen y, más reciente en el tiempo, Arraijanal y la ciudad deportiva del Málaga. El ensueño generado por el jeque Al-Thani se convierte en calabaza cuando de poner números se trata. Las cifras no cuadran para quien quiere regalado el mejor suelo urbano pero que no se conforma con hacer campos de fútbol y reclama torcer el ordenamiento urbanístico para que se le permita un uso lucrativo.

Hay episodios que sólo se actualizan por la fecha de los periódicos en las que salen reflejados. Lo que a mi hija Noa le puede ocurrir en el futuro, es lo que muchos padecemos en el día a día, en el que despertamos pensando que no es posible que otra vez el Metro se objeto de disputa y que otra vez Limasa sea una caldera en ebullición. Mientras algunos elevamos a transcendental la gravedad de estos episodios y la gran mayoría calla, mi hija Noa duerme segura con quince meses de edad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios