UNO de cada tres malagueños vive expuesto cada día a niveles de ruido superiores a lo que marca la legislación vigente y de los límites que fija la Organización Mundial para la Salud (OMS). Se trata de una proporción inadmisible y de un problema que se va reflejando cada año en las crecientes denuncias por exceso de ruidos que recibe el Ayuntamiento, con 1.027 quejas presentadas el año pasado. Pero apenas el 15% de las mismas llega a tramitarse y materializarse en sanción por la ambigüedad de las denuncias y la falta de medios de la Policía Local y del Consistorio para comprobarlas. La calidad de vida y bienestar de una ciudad no pueden medirse exclusivamente por la bonanza del clima y por los servicios y equipamientos que se ofrecen a los ciudadanos, sino también por el respeto a unas normas básicas de convivencia y los mecanismos que se implantan para asegurar que éstas imperen. Y no cabe duda de que el ruido es uno de los elementos que pueden convertir en insoportable la estancia en casa o en el centro de trabajo. Hace casi tres años, el Ayuntamiento de Málaga aprobó una ordenanza de ruidos que establecía fuertes sanciones, de hasta 300.000 euros, para los casos más graves, y que pretendía combatir la creciente contaminación acústica en el casco urbano. Se regulaban desde el horario para las tareas de bricolaje y reparaciones domésticas, que se prohibían los festivos y domingos y a partir de las 20:00, hasta las obras en la vía pública. Pero la burocracia, en este caso autonómica y estatal, ha impedido hasta ahora su entrada en vigor, ya que el Consistorio lleva esperando desde entonces a que el Gobierno apruebe su reglamento nacional y a que la Junta lo adapte. Sin embargo, cualquier reducción significativa de los niveles de ruido en Málaga debe pasar por una restricción de los niveles de tráfico, por un mayor control policial sobre las motocicletas con escape libre y coches-discoteca que recorren las calles y más inspecciones y mediciones sonoras tanto en los locales de ocio como en las obras de construcción.

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