¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Una colleja a Montesquieu

La apresurada comparecencia de Sánchez el miércoles para desautorizar al TS es impropia de un presidente democrático

Más allá del debate jurídico, cuya selva nos resulta impenetrable, y de las proclamas justicieras contra la banca, que nos parecen meros desahogos, lo interesante de la crisis abierta en el Tribunal Supremo a cuenta de la sentencia interruptus de las hipotecas es que ha evidenciado la guerra abierta entre los poderes Ejecutivo y Judicial. No es una cuestión menor y supone una nueva grieta en la arquitectura institucional española, cada vez más deteriorada y con demasiada gente trabajando para su demolición definitiva. Hoy por hoy, el populismo de izquierdas y los nacionalismos periféricos han señalado claramente dos objetivos: la Corona y la Justicia, los dos pilares que fueron fundamentales para frenar la revuelta catalana (ya dirán los tribunales si fue rebelión, sedición o inocuo happening político). Sánchez está jugueteando peligrosamente con estas granadas de mano. Su apresurada comparecencia el miércoles para desautorizar al Tribunal Supremo es impropia de un presidente democrático y, nos tememos, estuvo movida tanto por su deseo de pescar votos populistas como por su intención de enseñarle los dientes a un Poder Judicial que no puede manejar a su antojo en la causa catalana y otros asuntos. Lo ha dicho con acierto Fernando Savater en una entrevista realizada por Leyre Iglesias: "Hoy quien está gobernando el país es el PSOE de garrafón", y ya sabemos que tras el mollate a granel viene la terrible resaca. La pregunta es: ¿dónde está el Vega Sicilia socialista? ¿Y el del PP? Hoy por hoy, la política se ha convertido en un bar de los horrores donde cualquier matarratas pasa por puro malta.

Todo el mundo sabe que, por un mero cumplimiento de las leyes económicas -más implacables que el fatum de los latinos-, la banca terminará subiendo el precio de las hipotecas para compensar el pago de los impuestos por la constitución de una hipoteca. Por lo tanto, el gesto del presidente tiene el valor de una cuña de publicidad, pero nada más. Sánchez vuelve a demostrar que es un político de meros impulsos, sin un proyecto para España, dispuesto a poner en juego la división de poderes si cree que con ello saca algún rédito. Alfonso Guerra (ahora tan reivindicado por la derecha) dijo aquello de "Montesquieu ha muerto". Fue una falsa alarma. No sabemos si Sánchez quiere ahora también finiquitar al viejo barón y jurista francés, pero desde luego le ha dado una sonora e insolente colleja. Hasta se le ha movido la peluca.

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