Calle larios

Pablo Bujalance

El compromiso a la europea

MAÑANA es San Valentín, el Día de los Enamorados. Y cada uno lo celebra como puede. En esto del amor, historias hay tantas como parejas, pero en el fondo todo se basa en el ansiado equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe. Una vez que esta satisfacción se cumple, llega el momento del compromiso. Es decir, uno decide apostar fuerte, con vistas al futuro, cuando tiene garantías. Lo contrario, a menudo, es campo abonado para el fracaso y hasta la tragedia. Todo esto viene a cuento porque la Unión Europea, que se va construyendo a base de seducir con poderosas razones económicas y sentimentales a sus amantes, anunció ayer en boca de Sarkozy y Merkel (Zapatero, presidente de turno, no fue invitado a la proclama) un "compromiso de solidaridad" con Grecia, que comparte furgón de cola con España según los analistas y que se encuentra al borde de la bancarrota. "¿Un compromiso?, ¡bravo!", habrán pensado los helenos, con Papandreu a la cabeza. "¿Y en qué consiste?", cabría preguntarse. La respuesta de los mismos próceres ha venido a ser ésta: "Pues eso, en un compromiso. Que vamos a estar con vosotros en esto, muchachos. Que lo vamos a lamentar mucho cuando monten el primer corralito debajo justo del Partenón y cuando ardan todos los cajeros automáticos de Tesalónica". Ni un euro de por medio. Ni un plan de rescate. Todo un recital de buenas intenciones. Tanto ejercicio de construcción intercontinental, de identidad transfronteriza y de constituciones rechazadas vía referendum tenía que servir para algo.

Lo peor del asunto es que los turcos se contentarían con la misma palmadita en la espalda. Para Ankara, una calabaza de Bruselas vale más que todo el amor que puedan darles otros vecinos como Irán. En serio, ¿qué puede esperar un malagueño hipotecado y en paro de Europa? Para besitos y ánimos, con los de Griñán ya vamos que chutamos.

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