La ciudad y los días

carlos / colón

Es consumismo, no progresismo

SIGUIENDO con lo de ayer, uno de los temas éticamente más serios a los que hoy nos enfrentamos porque tiene que ver con la vida y la muerte, he de manifestar mi distancia tanto de los antiabortistas radicales que niegan hasta los tres supuestos de la ley de 1985 como de los pro abortistas radicales que lo consideran un derecho de la mujer, ignoran el derecho del futuro padre y despreciando la vida del feto al considerarlo una mera cosa.

Dicho lo cual, aun sabiendo que sirve de poco porque en esta cuestión pueden más los prejuicios que las razones, creo escandaloso que en 2013 la izquierda siga defendiendo el aborto como si estuviéramos en los tiempos en los que las mujeres estaban discriminadas por las leyes y costumbres machistas, las madres solteras y sus hijos eran socialmente condenados, no existía educación sexual y el acceso a los escasos y poco seguros medios anticonceptivos era difícil, si no imposible. En aquella situación puedo comprender que el aborto se considerara una salida a situaciones desesperadas y se denunciara la hipocresía de las clases altas que lo practicaban en las mejores condiciones mientras las mujeres modestas tenían que recurrir a soluciones peligrosas. Pero esto, afortunadamente, ya no es así. Y además se posee una información genética que antes se ignoraba.

En el marco de las protestas contra la reforma de la ley, la responsable de Salud Sexual y Reproductiva del SAS ha afirmado que "ni las jóvenes son las que más abortan, ni las mujeres que lo hacen son unas irresponsables que nunca usan métodos anticonceptivos, ni las mujeres usan el aborto como método anticonceptivo, ni lo hacen porque no quieran ser madres, ni la mayoría son inmigrantes o mujeres con poca cultura". Entonces, ¿quiénes y por qué lo hacen? ¿Tenía razón Pier Paolo Pasolini cuando afirmaba que el aborto libre ya no era una reivindicación feminista y progresista, sino reaccionaria y querida por el poder del consumo?

Desde una ética laica permítanme aportar dos testimonios. Uno es de Kant: "Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio". El otro, de Pasolini: "Estoy traumatizado por la legalización del aborto, ya que la considero una legalización del homicidio… Que la vida es sagrada es evidente: es un principio aún más fuerte que cualquier otro principio de la democracia".

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