Sin convicciones

En la política española reciente parece ingenuo hablar de partidos de izquierda, derecha o centro

En esto días casi todos los españoles se han sorprendido y se han sentido obligados a opinar. Los titulares de prensa han desplazado la pandemia y en medio de un gran aparato teatral se mostraba sin rubor, ante el patio de butacas de una ciudadanía expectante, cuán desnudo de principios anda buena parte del elenco político del país. Por fortuna, situaciones de este tipo sirven para que el personal de a pie compruebe en quiénes han depositado su voto y la carta oculta que escondían en su manga. Es la única enseñanza que prodigan tan desagradables entuertos. Estos momentos maquiavélicos (como dijo Pocock) cuando fallan, retumban en el exterior y permiten medir el secretismo oportunista de ciertos dirigentes políticos. Por eso cuidan tanto de no difundir programas, ni esclarecer compromisos que les aten mínimamente ante sus electores. Improvisan los pactos, según conveniencias tácticas y, además, en la oscuridad para que no se perciba que ser voluble y volátil es lo que impera en ese mundo. Como resultado, en la política española reciente parece ingenuo hablar de partidos de izquierda, derecha o centro porque esas clasificaciones exigen atenerse a principios asumidos, públicos y perdurables. Es decir, contar con convicciones mínimas que guardar y respetar. Y a ese género de referencias ideológicas pocos dirigentes quieren sentirse atados. Puesto que sus principios personales sólo ambicionan poder, las restantes creencias estorban para fin tan prioritario. De esta forma, cabe deducir que la divisoria política más pertinente, ahora, en España, la encarnan, por un lado, aquellos que, más allá de unas declaraciones etéreas, ni tienen convicciones ni voluntad de asumir ninguna, y, por otro, los fanáticos de uno u otro signo, que se nutren de cuatro creencias ultramontanas, carlistas o separatistas, expuestas con distinto latiguillo, pero igualmente reaccionarias. Entre esos dos polos cada vez más absorbentes -sin convicciones se engaña y se triunfa mejor- van quedando cada día menos opciones políticas orientadas por la razón, porque quedan engullidas -como ha sido el caso de UPyD, antes, y, ahora, Ciudadanos- por los aparatos maquiavélicos de los partidos que carecen del más mínimo escrúpulo. Pero, de todos modos, lo escenificado estos días en distintos escenarios ha sido demasiado evidente y fragrante. Lo ha visto indignada, desde su pasivo patio de butaca, toda la ciudadanía. Esta vez debería moverse y exigir unos políticos que tengan algunas convicciones de las que responsabilicen.

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