Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

Tres cosas hay en la vida

Recuerdan n la canción? "Tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor…" ¡Gran verdad! Y si hubiera que elegir, probablemente priorizaríamos la salud, pues sin salud no hay dinero ni amor (o por lo menos, disfrute del dinero y del amor). Así que defendamos la salud, que -como ustedes saben y según la propia consideración de la OMS- es algo más que la simple ausencia de enfermedad, pues implica un "completo bienestar físico, mental y social". Esa es la clave: el bienestar. Y ese es el problema, pues el bienestar no está en igual medida al alcance de todos. Las condiciones económicas, la vivienda, la educación, las oportunidades de empleo, las desigualdades de género, junto a la dificultad para vivir en entornos seguros, con agua y aire limpio, con seguridad alimentaria y servicios de salud, provoca sufrimientos innecesarios, enfermedades evitables y muertes prematuras, todo lo cual, además, incide negativamente en la paz social ("el derecho a vivir en paz") y en la economía.

Como todos los años, el 7 de abril se celebró el Día Mundial de la Salud. La consigna de este año, es oportuna: "Construir un mundo más justo y saludable" ¡Un mundo! Es decir, desarrollar políticas de salud y bienestar que incidan en toda la población mundial, lo que implica -puesto que estamos inmerso en una pandemia devastadora- garantizar el acceso universal a las vacunas frente a la Covid. Es una amenaza colectiva que requiere respuestas colectivas, y esto por razones humanitarias y por razones prácticas (mientras existan lugares en los que pulule el virus, nadie está a salvo). Así que el acceso a las vacunas frente a la Covid no puede verse afectado por monopolios o patentes que limiten la capacidad de producción o eleven los precios de las mismas. Mientras dure la pandemia, deben quedar en suspenso esas patentes, remunerando por parte de los gobiernos solo los gastos de investigación acreditados, pues una parte importante de dichas investigaciones, han tenido financiación pública directa o indirecta.

Hay, sin duda, otros muchos colectivos para los que el disfrute del bienestar se ve mermado o anulado. Paradójicamente el de la llamada tercera edad es uno de ellos. La pandemia nos ha "obligado" a mirar lo que, a lo mejor, no queríamos ver. Hace falta una política de estado realista y justa con este colectivo y con sus familiares, donde las Residencias -con toda la calidad humana y de infraestructuras posibles y con las garantías legales de inspección y seguimiento que hagan falta-, pasen a ser la última opción. Por lo demás, ni que decir tiene la falta que nos hace a todos -no solo a los ancianos- una ley de cuidados paliativos generosa (no una mera declaración de buenas intenciones) y común para todos los españoles, así como el desarrollo de la recién aprobada Ley de regulación de la eutanasia. De tal modo que, cuando nos llegue lo que debería ser la última expresión del bienestar de una vida plena -el último viaje-, nos encuentre no solo "desnudos y ligeros de equipaje", sino también sin dolor ni sufrimiento, serenos para cruzar con la dignidad de los hombres la laguna Estigia, donde Caronte nos aguarda. Pero que tarde, que tarde en llegar, y mientras ¡salud, dinero y amor!

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