Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Pero la cultura

Cerrar la actividad cultural durante dos semanas afectará al sector mucho más allá de ese plazo

Conviene aclarar y reconocer desde el principio, vaya a ser que la policía de la desinformación venga a pedir explicaciones (dado que parece que los lectores no son suficientemente autónomos para hacerlo ellos solitos), que uno ni es experto en enfermedades infecciosas ni tiene todas las claves con las que cuenta la Administración Pública a la hora de hacer frente a la pandemia del coronavirus. Es evidente, del mismo modo, que no hay por parte de la Junta de Andalucía ánimo ni interés alguno en castigar a sectores económicos concretos ni a territorios particulares con las últimas medidas adoptadas. Sería una necedad sostener lo contrario. Pero hablamos, en todo caso, de decisiones políticas que, como tales, pueden y deben ser analizadas, matizadas y debatidas en el espectro de la opinión pública, lo que no debe traducirse necesariamente como oposición directa (hemos llegado a este punto extraño en el que hay que aclarar las cuestiones que hasta hace cuatro días se daban por sabidas de antemano). Es seguro que el Gobierno andaluz tiene razones de sobra para no incluir las actividades culturales entre las esenciales que podrán seguir funcionando a partir de las 18:00 durante las próximas dos semanas. Sin embargo, cabe recordar algunas otras razones tan evidentes como la misma epidemia.

La primera es que el reconocimiento de la cultura como actividad segura es mucho más que una marca. Los registros de las autoridades sanitarias no han señalado brotes ni contagios asociados a cines, museos, teatros ni salas de conciertos, gracias, principalmente, a los protocolos incorporados. Cualquiera que haya acudido a uno de estos espacios habrá podido comprobar que el contagio es allí prácticamente imposible. Por el contrario, cerrar la actividad cultural durante dos semanas afectará al sector mucho más allá de este plazo, ya que los aplazamientos, la reubicación de las citas y las cancelaciones condicionará sin remedio las programaciones en lo que queda de temporada, que es mucho. Basta reparar en el caos que le toca afrontar ahora al Festival de Cine de Sevilla, en plena celebración de su nueva edición, para hacerse una idea del daño causado. Daño justificado y seguro necesario, insisto; pero no por ello menos doloroso en un sector que ya venía muy tocado y en el que la inestabilidad y las dudas perdurarán más allá del 23 de noviembre.

¿Podrían haberse validado las entradas a cines, museos y teatros como salvoconductos, igual que se hace en el País Vasco? Tal vez. Quién sabe si aún las autoridades sanitarias están a tiempo de considerarlo.

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