De rebote

José Manuel Olías /

demichelis

EL Málaga juega el próximo miércoles el partido de mayor repercusión de su historia. Posiblemente el ascenso a Segunda conseguido ante el Terrassa o la permanencia de hace tres años ante el Madrid son duelos más importantes mirados con perspectiva. Pero a saber cuándo se ve en Martiricos algo parecido, la oportunidad de estar entre los ocho mejores de la mejor competición de clubes del planeta. Está a una victoria ante el Oporto, no más lejos.

Hay fiebre en la ciudad, quedan menos de mil entradas disponibles, el ambiente será eléctrico, pero da mucha pena la sensación creciente de que esto es un brillante paréntesis en la historia del Málaga próximo a cerrarse. Verbalizó esa impresión ayer Martín Demichelis en una sala de prensa. El central argentino ha jugado antes del Málaga en, con permiso de Boca, el mejor club de su país, River Plate. En el mejor club de Alemania, el Bayern Munich. Y con una de las camisetas que más pesa del mundo, la albiceleste de Argentina. Con 32 años está en el tramo final de su carrera, no es un advenedizo. Antes de retirarse en River querría prolongar su carrera algún año más en Málaga, donde está plenamente a gusto. Quizá por eso ayer expresó lo que siente el vestuario del Málaga. Que esto se acaba, que se vendió a Monreal y que Isco será el siguiente, que los propietarios no dan señales de vida. Y que eso va calando en el vestuario. El mensaje de Demichelis, que vino a Málaga por Pellegrini, hay que interpretarlo como una continuación de los pensamientos del chileno, deseoso de quedarse aquí, pero cada vez con más motivos para marcharse.

Quizá porque piensa irse, quizá porque es un futbolista que habla sin pelos en la lengua y sabe que sus palabras pueden ser escuchadas e influir. Pero el SOS de Demichelis simboliza la realidad del Málaga. A una semana del partido de mayor exposición mediática de la historia es triste oír los justificados lamentos de Demichelis. Aunque sea queda un penúltimo baile el miércoles. Y este grupo de futbolistas que ha honrado a su profesión durante muchos meses, que podía haber mirado a otro lado y lo hizo hacia el césped, merece un último apoyo, un aliento más. Y lo tendrá.

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