La propuesta de que Iceta presidiera el Senado se ha encontrado con el veto de los separatistas. Era evidente que la pretensión de poner al frente de la Cámara Territorial a este político catalán encerraba una clara apuesta por el diálogo y entendimiento para tratar de superar el conflicto. Precisamente, este sentido y no otro es el que no ha agradado a los grupos independentistas y lo han evitado a toda costa. Es evidente que los grupos parlamentarios soberanistas se mueven mejor entre el todo o el nada y saben que el caldo de cultivo de su ideario se fortalece en el enfrentamiento y el victimismo, y que cualquier política de diálogo debilita sus planteamientos y divide a sus propios seguidores. Por eso, Iceta, un hombre de diálogo, ha sido el enemigo a batir.

Y para ello no les ha importado echar por tierra un comportamiento que lejos de ser una simple cortesía parlamentaria es la interpretación correcta del nombramiento de los senadores autonómicos. Ni en la Constitución ni en los estatutos de autonomía ni en la legislación ordinaria se pone en duda el derecho innegociable de cada grupo político a nombrar a sus propios senadores. Es más, en el reglamento de la cámara catalana (Art. 171.4) se dice expresamente quién y cómo se se sustituyen los senadores nombrados por el parlamento. Se rompe así una costumbre praeter legem que durante casi 40 años ha suplido la laguna legal existente en esta materia. Nunca nadie dudó del derecho que asiste a los grupos parlamentarios para nombrar a los senadores que le correspondan sin limitación alguna. Solo la necesidad de reforzar su radicalismo para fortalecerse en su pugna electoral interna y dificultar cualquier intento de diálogo y entendimiento explican esta nueva ofensiva política y jurídica del independentismo catalán.

Y en este enredo no deja de sorprender la actitud de los autoproclamados "partidos constitucionalistas", PP y C's, que, de forma inexplicable, y por primera vez, han optado por abstenerse en vez de ratificar el nombramiento del senador propuesto, como siempre habían hecho. Está claro que han sacrificado su coherencia y su defensa de los procedimientos al circunstancial desgaste de Pedro Sánchez. No hay otra forma de entender que estos grupos políticos, que recientemente han votado a favor de nombrar senadores a destacados políticos separatistas, en esta ocasión hayan preferido colaborar en esta ceremonia de la confusión, alterando su habitual comportamiento.

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