NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
ánimo, Alberto”, le respondió Pedro Sánchez a Feijóo cuanto el líder del PP le lanzó una lista de preguntas relacionadas con la presunta y más que presunta corrupción de su partido. No hay día sin nuevas aportaciones: sobres con dinero en metálico, pagos a prostitutas que hacía Koldo de parte de Ábalos, más peripecias del hermano del presidente para ocultar que vivía en Moncloa y no en Portugal…
El presidente, hay que reconocerlo, reaccionó con inteligencia al pronunciar un “Ánimo Alberto” con el que pretendía demostrar su nulo interés hacia las acusaciones que le hacía el presidente del PP, ya sin derecho a réplica. Al mismo tiempo, Sánchez expresaba su desprecio al líder de la oposición. Desprecio con el que suele “premiar” a sus antiguos colaboradores y compañeros cuando son pilados en falta. Entonces, marca distancias como si nunca los hubiera conocido.
Es difícil ganar elecciones a quien no tiene principios; siempre irá más lejos que el adversario que jamás rebasará los límites de la ética. Son tantas sus ansias de mantenerse en el Gobierno –por propia ambición, no por “salvar a los españoles de la ultraderecha”, como dice– que se ha convertido en un personaje del que nadie se puede fiar. Ni siquiera su círculo de aplaudidores: le apoyan por una cuestión de supervivencia. El día que Sánchez caiga, algunos de ellos penarán por el papel que han jugado. Por aprobar iniciativas impropias de un país democrático y permitir leyes discriminatorias.
La desfachatez de Pedro Sánchez al presentarse como el salvador del mundo se vio una vez más el pasado martes cuando ante 2.000 personalidades internacionales que participaban en la Cumbre de la Alianza para el Gobierno Abierto, presumió de integridad y transparencia, pidió tolerancia cero ante la corrupción.
Es de esperar que algunos de los asistentes le aplaudieran por cortesía más que por entusiasmo. Es de esperar que, antes de viajar a Madrid, hayan dedicado unos minutos a enterarse de cómo están España y su Gobierno. Y se habrán enterado también de que el fiscal general del Estado se encuentra imputado por intentar una maniobra que desprestigia a una dirigente del partido de la oposición implacable en sus acusaciones de corrupción.
Sería deseable que Pedro Sánchez no avergonzara a gran parte de los españoles alardeando de lo que no es. En pocos días, inicia un calvario con las comparecencias ante un tribunal de sus principales colaboradores, su mujer y su hermano, entre otros.
Ánimo, Pedro.
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