El día de Pi

Cuando vemos un entorno donde unos quieren separarse de otros cabe pensar qué se está haciendo mal

El pasado 14 de marzo tuvo lugar la conmemoración mundial del día de Pi, que recibe este nombre por su notación en inglés (3.14). Son algunas de las curiosidades celebradas por los matemáticos en su afán de modelar el mundo a través de los números. Pero esa forma de pensar de manera global y trasmitir la información a través de un lenguaje universal debería ser tratada con especial atención. Hoy la enseñanza de esta ciencia permite a los países un mayor avance de su sociedad, de sus tecnologías, de sus economías y de su conocimiento, marcando su nivel de desarrollo respecto al resto.

Sirva de ejemplo el grupo de 77 estudiantes que durante la pasada semana realizaron en Alcalá de Henares el examen para las Olimpiadas de Matemáticas 2017, a celebrar en Río de Janeiro. Este acontecimiento, que se repite desde 1959, es la más antigua y rigurosa competición científica de carácter universal que existe. Por ello, de ese conjunto de magníficos estudiantes, sólo seis formarán parte del equipo olímpico que representará a España en este evento. Y ese equipo, junto con el resto de los examinados, son ya la nueva generación de jóvenes que engrosará el conocimiento científico de nuestro país. Cuando uno observa a estos estudiantes de segundo de bachillerato, que probablemente hayan sido siempre alumnos con una mente brillante y llenos de curiosidad por el mundo que les rodea, enfrentarse a problemas reales de gran envergadura, desea que algún día también tengan la oportunidad de llevar su formación y su pensamiento al resto de las generaciones futuras.

Cuando vemos un entorno, como el europeo, donde unos quieren separarse de otros enarbolando el idioma como elemento diferenciador, cabe pensar qué se está haciendo mal. Si algunos ingleses no quieren pertenecer a Europa, otro grupo de catalanes pretenden romper con España e incluso algunos araneses abjuran de Cataluña, el número de subgrupos tenderá a infinito. Por todo ello se aprecia mejor el intenso trabajo de unificación que las matemáticas llevan siglos realizando, y que ha desembocado en su lenguaje común y globalmente aceptado. Si esa forma de pensar se extendiera en la política actual, prácticamente todos estos provincianismos quedarían reducidos a la parcela de su propio ridículo existencial. Como bien decía Isaac Newton: "La verdad se encuentra en la simplicidad y no en la multiplicidad y confusión de las cosas."

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