E N estos tiempos no es necesario fingir el miedo, disfrazarse para asustar, crear un ambiente asfixiante, turbador, que potencie o propicie el miedo. Tan sólo es necesario conectarse a un informativo o abrir las páginas de cualquier diario para sentir terror. El gobierno de Austria alerta a su población del peligro de un gran apagón eléctrico a escala europea, lo denominan "fundido a negro de carácter general". El diario Die Presse relata cómo la web del Ministerio de Defensa da consejos a la población para que hagan acopio de víveres, aprendan primeros auxilios o formen equipos vecinales para darse apoyo. El Banco de España advierte de la llegada de un desabastecimiento mundial, desabastecimiento que ya hemos visto en el Reino Unido. Hombres de bien pegándose, como auténticos delincuentes, en las colas inmensas de las gasolineras, desesperados de esperar. Estantes vacíos en supermercados que el resto de Europa vio impasible por aquello de que si se han separado que se fastidien con las consecuencias. Ahora es el Banco de España el que viene a advertirnos, a crear incertidumbre con las palabras "desabastecimiento" y "Navidad". Algo de inquietud nos recorre como un escalofrío la columna. Pero seguimos tan felices que hemos llegado hasta olvidar el año del confinamiento, y no somos conscientes, por mucho que leamos, de que la ciudad de Lanzhou de China ha sido confinada por registrar más de 33 mil casos activos de Covid, seguimos sin querer ver aquello de las barbas de tu vecino. Falta de combustible, apagones, desabastecimiento, volcanes en La Palma, el Etna en Italia. Si fuésemos seres conscientes temblaríamos sólo de pensar que el virus ha dejado en España 5,01 millones de afectados con sus secuelas más o menos graves y 87.289 fallecidos con el terrible dolor de la pérdida para 87.289 familias. Y, sin embargo, todo nos pasa de puntillas como pasamos por donde no nos interesa. El ser humano ha llegado a perder el miedo, una emoción fundamental que potencia la supervivencia. Sin miedo, dicen los psicólogos, viviríamos de forma tan temeraria que pondríamos en peligro nuestra vida. Y en temerarios nos hemos convertido, desde lo más relevante, el cambio climático que nosotros hemos propiciado y que está destruyendo nuestra forma de vida, hasta lo más frívolo, y ahí los deportes extremos como Wingfly, Rooftopping, Parkour, etc… Wu Yongning, el acróbata youtuber, grabó su propia muerte. Desde la cornisa de un edificio de 62 plantas quiso lucirse en el filo del abismo y en directo el abismo se lo tragó. Sobrecoge pensar en el futuro que viene, un futuro en el que la figura pueril del zombi, la araña o la calabaza terrorífica están prestas a extinguirse como parece que, de un modo espeluznante, el propio ser humano. Cuando el mundo que conocemos desaparezca ¿cómo actuaremos entre nosotros? ¿Has pensado ya en tu disfraz? Basta con pasar el peine por el cabello antes de salir a la calle. Feliz día de los muertos.

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