ONCE festivales por nueve jornadas cada uno arrojan un total de noventa y nueve jornadas. Lo que quiere decir que en la inauguración del 12 Festival de Málaga celebraremos el día número 100. He tenido la suerte de asistir al Festival malagueño de sus inicios. Más todavía. Supe de su gestación y esperé el alumbramiento con ilusión. La primera edición me llegó con 35. No pude vivir el festival de Málaga como diecienueveañero, ni siquiera como veinteañero. Y mira que lo hubiese necesitado. El Festival de Málaga es un máster. En Periodismo, en la Vida y en Cinefilia. Todo en uno. Pero no me quejo. Ahora que lo disfruto de cuarentañero no me quejo en absoluto. Dicen que, a cierta edad, cada cual tiene la cara que se merece. No la caradura. La cara. El rostro. La fisonomía. La mía está cincelada a base de sonrisas. Cuando me preguntan por el currículum, contesto que el mío es la propia vida. A cierta edad, quien más quien menos tiene la agenda que se merece. Según ha sembrado. Un buen termómetro son las caricias que recibo de quienes me aprecian. En las últimas horas, de Raúl Peña, que me invita al Lope de Vega a disfrutar otra vez de La bella y la bestia. De Raúl Arévalo, que me besa en el hombro agradeciéndome un gesto. De Rodolfo Sancho y Eduardo Chapero-Jackson, que me abrazan con sonrisa cómplice. De Andrés Gertrudix, que se me adelanta ofreciéndose para posar en una foto para mi colección. De Natalia Mateo, que me apretuja diciéndome 'guapo'. De Concha Velasco, que me hace saber a través de su hijo Manolo que conserva mi columna en su álbum de oro. De Arturo Martín, la mejor voz de Radio 1, que me abraza con un 'amigo' con el que tiemblan los cimientos del Hotel Maestranza. Ese es mi currículum, modestamente. No tengo ni quiero mucho más. Sólo que el día número 100 sea tan bonito como el 99. Alejado de esos seres de enorme bajeza moral, maleducados y resentidos, que también los hay. Protejámonos de ellos. Salud, suerte. Y gracias, muchas gracias por todo.