La dignidad conquistada

Se reivindica el derecho a cumplir un deseo personal e íntimo que no daña ni lesiona a ninguna otra persona

Esta campaña electoral de reproches y promesas ha sido atravesada, como un rayo arrasador, por las impactantes imágenes de un acto de trágica dignidad. Con una cámara como testigo mudo, Ángel, con una firmeza de hierro y un amor sin adornos, ayuda a su mujer, María José, atrapada en un sufrimiento infinito y sin esperanza, a cumplir su deseo de poner fin a su vida. No puede haber acto de humanidad dolorida más firme y concluyente que estas imágenes que las televisiones, sin previo aviso, nos ofrecieron la noche del jueves. Pero lo incomprensible de esta dura acción es que ambos, a la luz de la justicia, estaban perpetrando un delito. Resulta difícil entender en nombre de qué inflexible moral o en base a qué fundamentalismo religioso, la sociedad puede castigar con un reproche penal un acto tan dolorosamente humano como éste.

La lucha por el derecho a la eutanasia está teniendo un recorrido difícil y complicado. Es un camino jalonado de una larga lista de personas que han tenido complicaciones judiciales por ayudar a cumplir una decisión tan razonable y justa como dar por terminado un insoportable sufrimiento que no conduce a ninguna parte. Se reivindica tan solo el derecho a cumplir un deseo personal e íntimo que no daña ni lesiona a ninguna otra persona. Por esta absurda prohibición, fruto de prejuicios y dogmas, María José tuvo que cumplir su deseo privada de asistencia técnica suficiente, sin ser ayudada por personal adecuado, solo amparada por la irreductible voluntad de su marido, que se enfrentaba al dolor y, además, al vértigo de un proceso judicial.

Y, mientras tanto, el borrador de la ley sobre la eutanasia sigue en el limbo parlamentario, víctima del filibusterismo pedestre, capitaneado por PP y C's, que ha impedido que ese texto legal fuera debatido y aprobado por las cámaras. Posiblemente, a partir de hoy, asistiremos a intervenciones que tratan de justificar esta maniobra inexplicable, pero lo adecuado debería ser que estos dos partidos y el resto de los grupos políticos sean capaces de adquirir el compromiso de legalizar el derecho a la eutanasia de forma inmediata en la próxima legislatura. Y cuando ese momento llegue -que llegará, sin duda- se habrá puesto a fin a mucho sufrimiento inútil, a mucha persecución inexplicable y a mucha acusación sin fundamento. Y entonces también será la hora de recordar a Ángel y a María José, y a otros muchos que con su testimonio y valentía habrán ayudado a conquistar esta dignidad necesaria.

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