Editorial

La dimisión de Salomón Castiel

LA renuncia de Salomón Castiel como director del Teatro Cervantes y del Festival de Cine de Málaga pone fin a un ciclo de 13 años de una gestión coronada por los éxitos que los distintos gobiernos municipales del PP han sabido rentabilizar en las urnas. El Cervantes es hoy quizá el principal referente cultural de Málaga y el Festival de Cine que él impulsó ha logrado consagrarse, pese a la arriesgada decisión que supuso en su día apostar por la filmografía española. El propio Castiel tenía en mente un proyecto más ambicioso para convertir a Málaga en la ciudad del cine de España. Por ello, es difícil aceptar que sólo hay "razones personales" en su inesperada dimisión. Es cierto que después de tantos años es lógico, e incluso saludable, buscar nuevos caminos, tanto para el propio profesional como para el Ayuntamiento donde ha prestado su servicio. Incluso el exceso de tiempo en el cargo ha podido favorecer que afloren gestos personalistas o decisiones de complicado encaje. Castiel ha intentado aplicar al Cervantes principios propios de la empresa privada que la oposición no tiene que compartir necesariamente. Pero esta marcha evidencia que la política cultural del Ayuntamiento es una de las grandes asignaturas pendientes de Francisco de la Torre. Una consecuencia paradójica, porque el alcalde es el primero en defender que uno de los pilares para asentar el futuro económico de esta ciudad pasa por su empuje cultural. Pero en esta parcela hace años que faltan directrices concretas y responsables capaces de concretarlas. Un déficit asumido por el voluntarismo de algunos gestores, como en el caso de Castiel, que no funciona en el largo plazo. Un Museo Thyssen, un Auditorio o una colección de gemas, además de la aspiración de conseguir la Capitalidad Cultural en 2016, y que a día de hoy no transita por mal camino, no es el bagaje para conformar a esta ciudad. Por ello, el adiós de Salomón Castiel es una mala noticia que sirve para descubrir carencias inaplazables, pero a la vez supone la oportunidad para afrontar el problema.

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