El discurso de Greta

Puro diseño sueco para consumistas empobrecidos y con el miedo a las crisis metido en el cuerpo

El País, ayer, apenas podía contener la decepción y titulaba: "Ni casas en llamas ni infancia robada. Greta Thunberg da su discurso más impersonal en Madrid". Aunque fiel a su imagen y a la larga trenza sobre el hombro, esta chica no es la que solía. Tres semanas en catamarán en medio del océano dan para mucha meditación y la cara, tan espejo del alma, lo ha reflejado al punto: durante su discurso en Madrid, muy en santita Juana de Arco, han desaparecido los gestos desencajados de rabia u odio que tanto gustaron a los que no pueden vivir sin esos ingredientes. Me gustaría pensar que quizá Greta nunca tuvo esos impulsos, que estamos más ante una candidata al Óscar que a la hoguera en la que inevitablemente acaban por arder todos los ídolos combustibles de las masas inflamables. Ella misma lo ha explicado estupendamente: "He dado muchos discursos y he aprendido que cuando hablas en público conviene empezar con algo personal o emocional para captar la atención. Cosas como 'tu casa está en llamas', 'quiero que entréis en pánico o cómo os atrevéis". ¿Así que de eso se trata? Ni casa en llamas ni infancia robada, pura retórica para gentes impresionables que nunca han tenido que enfrentarse a una adolescente difícil, un primoroso producto de marketing, puro diseño sueco para consumistas empobrecidos y con el miedo a las crisis metido en el cuerpo.

Sin casa en llamas ni osos blancos a la deriva, el discurso de la joven se ha sustentado sobre datos nada nuevos y sacados de sesudos estudios que ella, sin estudios, ha desgranado con convencimiento al parecer insuficiente para seguir alimentando la histeria. Y, sin embargo, debo decir que sus apelaciones me han sonado por una vez serenas y casi sensatas en medio de las estupideces y del cientifismo vulgar que se ha adueñado de la COP25, convertida en pasarela. Y es que la "lucha" contra el cambio climático ha alcanzado tal grado de ideologización y manipulación por parte de la peor izquierda -la que hizo y sigue haciendo de los países socialistas los más contaminantes y contaminados del planeta- que va a ser una obligación de la derecha, también en esto, acudir al rescate antes de que las medidas que proponen estos medio chiflados medio timadores generen el apocalipsis social y el descenso brutal de las condiciones de vida de los sectores menos favorecidos que ya podemos temer.

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