Letra pequeña

jAVIER NAVAS Baena

Tras la ducha, el escrache

CON su lavado económico -hubiera sido aun más frugal usar la lengua como los gatos- De la Torre ha triunfado en los mentideros. Aprendió bien la lección de los publicistas de la lotería navideña, quienes pergeñaron un anuncio horroroso para decir luego que querían dar que hablar. El problema de este "show" subacuático, con el alcalde de Esther Williams a poca profundidad, radica en que contribuye a convertir la política en teatro de varietés. Pasa con frecuencia. El 15-M pudo espolear a una ciudadanía lánguida y devolverla al debate público; en lugar de eso se quedó en el alboroto abigarrado, la plaza intransitable y la foto circulando por Twitter y por Instagram.

Mientras los concejales debatían sobre la tarifa del agua, en la puerta del ayuntamiento unos malagueños coreaban a la oposición. Gritaban, blandían pancartas y contaban chistes sobre la indudable higiene de Francisco de la Torre. Dentro no había solo políticos pata negra, también se expresaron distintas asociaciones locales: los ciudadanos están representados por sus concejales pero la capacidad de las agrupaciones para articular la sociedad civil hace necesario que se las escuche; además, evita que esos concejales se eleven demasiado sobre la realidad. Ahora bien: los gritones de la calle, por más ruido que hicieran, no representaban a nadie. Ni siquiera a sí mismos, porque el que vota es responsable de su papeleta mientras que entre la turba se pierde hasta la propia identidad. A ellos sí habría que decirles lo de "no nos representan" o "no en mi nombre"; pero hay una extendida confusión que hace creer que estos incordios, por oler a multitud, ya son "el pueblo".

La corrupción, la ineficiencia... Aunque no se menciona tanto, entre los principales problemas de la política destaca que debió volverse visible y en cambio se convirtió en espectáculo, que no es lo mismo. Somos tantos en la discusión que esta sólo funcionará de modo vicario, con representantes. Quienes tengan algo que decir necesitan ceder sus trastos para que el aluvión de polemistas no convierta la discusión en gallinero. Sí, la ducha ha sido una bufonada, impropia de un alcalde de Málaga, a no ser que se llame Celia Villalobos; lo que pasa es que con estos airados ciudadanos que ignoran las reglas del juego y con esta oposición -cuyo papel en el diseño del escrache es cualquier cosa menos dudoso-, un enjuague cronométrico no desentona.

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