¡Es la economía, estúpido!

Cuando la CE se diluye y cada uno trata de salvar a sus empresas agrícolas, España tendría mucho que decir

Desde que Bill Clinton usara contra George Bush la frase que titula a este artículo, y lograra la presidencia de los Estados Unidos, muchos han sido los intentos de imitarle por parte de los diferentes líderes políticos. Y realmente esta frase encierra la causa fundamental que más debería preocupar a cualquier ciudadano en tiempos de incertidumbre, de ahí que las maniobras para despistarnos empiecen a ser de lo más variopintas e, incluso, ridículas.

Cabría pensar que, dada la formación como economista del presidente del gobierno, éste fuera su tema estrella. Haber alcanzado el grado académico de doctor, y no demostrar al resto de candidatos sus profundos y variados conocimientos, deja en el entredicho el orgullo con el que debería hacer uso de su formación. Porque no solamente de fotos en el Falcon deben ilustrarnos y, ante una situación internacional tan compleja y unos conflictos tan graves en Cataluña, reducir la intervención de Moncloa en horario de máxima audiencia al trasladado de un muerto de sitio, es verdaderamente preocupante.

Los nuevos aranceles con los que está castigando la administración Trump a los productos españoles ya implicarían a que se hiciera un despliegue diplomático sin precedentes. Ver a Alemania negociando con EEUU sobre sus productos, y a Francia haciendo otro tanto, requeriría de una muestra de similar habilidad por nuestra parte. Cuando la Comunidad Europea se diluye y cada uno trata de salvar a sus empresas agrícolas e industriales, España tendría mucho que decir, pero a veces parece que ni está ni se le espera. Y mientras todos observan con preocupación la subida y bajada de los índices de producción y ventas, nosotros vemos las subidas y bajadas de helicópteros cargados de féretros. En el fondo nos tienen calados: mucho pan y circo.

Y en breve habrá que extender el agónico Brexit o finalizar con dicho espectáculo. Es sorprendente el hecho de que las caídas de inversiones en la city londinense y, fundamentalmente, la pérdida de privilegios de los británicos en el exterior, sean los que les estén haciendo replantearse la ruptura. Al final su prepotencia no ha convencido a nadie, cosa que debería hacer reflexionar a todos los supremacismos nacionalistas. Porque en la economía actual siempre hay sitio para negociar y aunar esfuerzos pero, si quieres ir por libre o preocuparte por temas baladíes, acabarás siendo tú el "estúpido".

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