La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

El efecto McConaughey

DE Matthew McConaughey lo que sabíamos hasta hace poco es que llevaba una carrera olvidable, que hacía películas con cierto olor a truño y que se excedía de vez en cuando con la botella, por lo que su mayor mérito hasta la fecha, su única distinción, era haber sido novio durante un tiempo de Penélope Cruz, lo que no es poco, por supuesto que no. El caso es que el tipo parecía tan lejano del prestigio cinematográfico como un Chuck Norris cualquiera de la vida, pero hete aquí que al buen hombre, entrado en la cuarentena, le comenzaron a llegar buenos guiones y encarriló una serie de trabajos fabulosos, excelentes, que nos dejaron a todos los que habíamos bromeado alguna vez a costa de su prestigio actoral con cara de tontos. Lo que le faltaba ya era que el Oscar cayese en sus manos, y así ocurrió en la madrugada de ayer cuando la Academia decidió premiar su trabajo en Dallas Buyers Club, un drama duro de narices en el que encarna a un enfermo de sida. Papel potente, de esos que tanto conmueven en Hollywood y en casi todas partes, pero que quizá no le habría sido suficiente de no haber venido precedido de otras dos actuaciones formidables: la película Mud y la serie de televisión True detective, que en España emite Canal Plus. En la primera, McConaughey encarnaba a un pobre diablo enamorado y sin demasiadas luces que se mete en un enorme lío por amor y trata de salir de él con la ayuda de un par de adolescentes; en la segunda, a un agente de policía cargado con un oscuro pasado, pesimista y excéntrico. En todos esos roles se alza McConaughey fabuloso, arrasador, y de ahí que los que votaban se rindiesen a él y dejasen con cara de ful a un Leonardo Di Caprio que encarrila ya cuatro nominaciones infructuosas. Se entiende sin embargo que los académicos se rindiese a una metamorfosis como la del actor de Dallas Buyers Club, porque cuántos de ellos no llevarán hasta la fecha carreras medianillas, del montón, y verán en él la posibilidad de su propio éxito y de su propia redención. Di Caprio, cuyo incorporación al cine de calidad fue más natural, no tan llamativa, no representaba eso, no es igual. Yo, la verdad, también hubiese premiado a McConaughey, qué leches. Lo que a él le ha ocurrido nos permite a todos soñar con que mañana, a base de empeño, podemos ser mejores. El efecto McConaughey. Quién lo iba a decir hace unos años.

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