Crónica Personal

El empecinado

Suele decir Rajoy que no es él quien ha promovido el 155, previsto para situaciones límite, sino Puigdemont

El espectáculo vivido a lo largo del jueves 26 de octubre pasará a la historia del disparate, con convocatorias, desconvocatorias, nuevas convocatorias, anuncio de elecciones, reacción por el anuncio de elecciones, no anuncio y marcha atrás en unas elecciones que se daban por seguras.

Puigdemont ha demostrado que es un hombre sometido a presiones sin límite y que baila al son del último que llega. Parecía que Urkullu le había convencido de la necesidad de convocar elecciones y, después, la gente enfervorecida que exigía a gritos ante la Generalitat que declarara la independencia le hizo inclinarse por lo contrario.

Alguien que conoce bien a Puigdemont desde su juventud, cuando anuló su comparecencia del mediodía dijo: "Lo que querría es proclamar la DUI, ir a prisión y convertirse en un héroe. Está más cerca de la gente que se manifiesta en este momento en la plaza de Sant Jordi de lo que se piensa. En el fondo le gustaría estar ahí con su estelada".

El capítulo vivido ayer no va a ser el último, y el problema es que cada uno de estos capítulos agrava el anterior. A nadie le gusta que se tenga que desarrollar el 155, que el Gobierno central asuma competencias de un gobierno regional, que se tenga que llevar al Senado el desarrollo de un artículo de la Constitución que nunca se pensó que se tendría que aplicar porque es un artículo que representa un fracaso: la imposibilidad de una negociación constructiva, de sentido común y gestionada desde la legalidad. Y sin embargo se ha llegado al 155. Era necesario responder a un hombre empecinado en romper España y es necesario elogiar a Sánchez y Rivera por apoyar en un momento difícil a un Rajoy que, con toda seguridad, habría preferido no verse nunca en esa situación de confrontación. Suele decir Rajoy que no es él quien ha promovido ese artículo previsto para situaciones límite, sino Puigdemont, porque se le habían dejado muchas puertas abiertas para impedirlo. La última, convocar elecciones anticipadas dentro de la legalidad y dando un paso atrás en su proceso independentista. Pero Puigdemont no ha querido, se queja de la falta de diálogo de Moncloa pero él mismo hizo imposible ese diálogo al exigir que fuera sólo sobre el referéndum independentista. Por mucho que haya declarado por activa y pasiva que estaba dispuesto a negociar, ni sus gestos, ni su lenguaje, ni sus decisiones han sido los de un hombre que buscaba acuerdos con el Gobierno y al que preocupaba la convivencia de los ciudadanos.

Como decía quien le conoce bien, lleva la independencia en los genes. Se comprende que fuera el hombre que eligió la CUP para presidir la Generalitat cuando cortó la cabeza a Artur Mas.

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