TODAS las encuestas publicadas y, de manera singular, la de ayer del Centro de Investigaciones Sociológicas -con una muestra superior a las 18.000 personas- arrojan dos constantes: que PSOE y PP están empatados, con ligera ventaja del primero, y que ninguno de los dos conseguirá la mayoría absoluta necesaria para gobernar en solitario.

Va a ser imposible acertar antes del 9-M si será Zapatero o será Rajoy quien se lleve el gato al agua, o sea, hacia dónde se decantará el desempate. No es tan descabellado, en cambio, pronosticar que cualquiera de los dos que gane en votos o en escaños necesitará para formar gobierno algún tipo de pacto con las minorías, bien mediante un ejecutivo de coalición, un acuerdo de legislatura o negociaciones puntuales para sacar adelante la próxima legislatura.

Sigamos adelante. Considero complicado que Zapatero acepte pactar todo un programa con Llamazares e imposible que lo haga Rajoy, y eso en el caso hipotético de que con la suma de los diputados de IU pudiera llegarse a la mayoría absoluta. De modo que la estabilidad que necesitan PSOE y PP para gobernar tendría que venir de la mano de los grupos nacionalistas. Estarían encantados los dos de que les fuera suficiente con los diputados de Coalición Canaria. De no ser así, el panorama se pone inquietante.

Aunque descartar, lo que se dice descartar, no se debe descartar nada, lo ocurrido en la legislatura que acaba autoriza a desconfiar de que Rajoy pueda apuntalar su mayoría con nacionalistas catalanes (en su doble versión: CiU y ERC), vascos (PNV) y gallegos (BNG). ¿Y Zapatero? Zapatero está en mejores condiciones para intentarlo, pero hay que preguntarse a qué precio. De momento, la triple alianza CiU-PNV-BNG ya le ha puesto el primer pago: Bono, a la calle. Antes de sentarse exigen para ellos la presidencia del Congreso, presurosamente ofrecida por Zapatero al ex ministro de Defensa José Bono. Curiosa reivindicación: piden presidir el Congreso de España los que no creen en España o, como mucho, la ven como un mal menor a superar con un poco de tiempo, paciencia y tesón.

Uno de los miembros de la tripleta, CiU, ha anunciado también su condición particular, a saber, que si el PSOE necesita un pacto bilateral con ellos en España tendrá que aceptar su vieja exigencia de que en Cataluña gobierne el candidato de la lista más votada (la suya, con Artur Mas a la cabeza). A José Montilla, presidente actual de la Generalitat, le ha faltado tiempo para viajar a Madrid y avisar públicamente a Zapatero de que él no va a dimitir para que Zapatero gobierne. Todos estos problemas peliagudos se salvarían con un pacto nacional PSOE-PP. No se va a producir.

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