Disculpen si incumplo de nuevo la regla de oro de no hablar, y mucho menos escribir, de lo que no entiendo. Y es que no entiendo lo que sucede en la política española. Aunque insista para ver si volviendo sobre el tema acabo comprendiéndolo. La experiencia de mis vivencias, a lo largo de bastantes años en diferentes frentes de la política, no me sirve para entender esta inescrutable realidad. Aunque puede que la explicación sea bastante sencilla: existe una inevitable tensión entre los intereses de los partidos y su responsabilidad ante la ciudadanía -asuntos, con frecuencia, incompatibles- pero aquellos han acabado resolviendo dicha tensión convirtiendo sus intereses en la medida de todas las cosas. Quizás por eso, el único acto de partido que he logrado entender, de 2015 hasta hoy, ha sido la polémica decisión de la dirección del PSOE de abstenerse en la investidura de Rajoy. Visto desde la lógica partidaria fue un acto antinatura, y que, como después se demostró, se hizo contra la opinión de la mayoría de los afiliados. Más partidarios de las opciones alternativas: ir de nuevo a las urnas o intentar, contra la resolución del Comité Federal, un pacto que sumase a los partidos independentistas (algo tabú en aquel momento, pero que acabó cayendo por su propio peso con la moción de censura) Tampoco los dirigentes socialistas, que defendieron la abstención en la investidura de Rajoy, ni supieron, ni quisieron, explicar y defender sus razones ante la militancia. Como dijo Javier Fernández: "sabemos qué tenemos que hacer, pero no cómo ganar después el congreso". Aunque, parece claro, que la lógica democrática y la responsabilidad exigible a un partido de gobierno -de no llevar a la ciudadanía a unas terceras elecciones- sean razones que cualquiera puede entender.
Debo reconocer que de no haberse producido el giro estratégico, con la victoria de Sánchez en las primarias, todo indicaba que el PSOE acabaría pagando muy caro su acto de responsabilidad. Pero, tras aquel exitoso giro a la izquierda, aquí estamos, con más escaños, pero en el mismo lugar y ante los mismos problemas. Quizás sólo se trate de volver al principio de las cosas, a los fundamentos, como que son los partidos los que reciben el mandato de la ciudadanía y no al revés. Algo que, según todos los indicios, debe pensar esta generación de líderes que prefiere ignorar cuál es la función de los políticos en una sociedad democrática.
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