La errónea generalización del ser

Sirvan la sangre de las víctimas y el dolor de sus familiares para que no se repitan tan ciertos episodios

Dentro del campo de las matemáticas es bien sabido que ni la intuición, ni el hecho de que algo ocurra en un número finito de casos, sirven para demostrar ningún resultado. Esta semana hemos vivido hechos suficientemente trágicos como para reflexionar acerca del enorme peligro inherente a toda generalización y hemos descubierto que hay demasiados políticos capaces de arrimar el ascua a su sardina, aunque esta provenga de más execrable de los asesinatos. Los episodios ocurridos en Algeciras nos retrotraen a lo más sórdido de los crímenes por motivos religiosos. La cristianofobia inherente en ellos y ejecutada por un bárbaro asesino es un hecho que debe ser analizado en profundidad. La famosa sura 9, versículo 5, del Corán, mal llamado verso de la espada, lleva a muchos yihadistas y a sus imitadores a creerse con la verdad absoluta y a someter la vida de los demás como si ésta no fuera suficientemente sagrada para las religiones. Pero todo criminal siempre busca una excusa externa, ya sea el nacionalismo, la desnazificación o incluso el propio Dios para justificar sus despropósitos. Y la responsabilidad de los que le rodean, educan o influyen es enorme, porque en esas cabezas no demasiado bien amuebladas, el odio siempre logra más espacio que el respeto a los demás. Curiosamente ha habido voces tratando de alimentar los enfrentamientos interreligiosos o interraciales, para poder sacar algún rédito político. El problema es que algunas de esas voces que quieren acallar los extremismos provienen de personas que, cada vez que hay un atentado contra una mujer, tratan de acusar a todos los hombres de violadores en potencia o maltratadores en ciernes. Son las mismas, erróneas y absurdas generalizaciones, pero con distinto pelo. Parece que los peores alumnos de la clase, a los que las matemáticas pasaron por su vida sin enseñarles nada sobre como deben demostrarse los fundamentos y las teorías, ahora quieren darnos lecciones de ciudadanía. Pero cada individuo es único e irrepetible y, en estas mentalidades colectivistas y deshumanizantes, ese principio es su inexorable talón de Aquiles.

Sirva la sangre de las víctimas y el dolor de sus familiares y amigos para que no se repitan tan dramáticos episodios. Y no nos dejemos llevar por esas voces interesadas que buscan sacar lo peor de nosotros mismos, tratando de inocular el odio y la ruptura a nuestra pacífica sociedad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios