El lanzador de cuchillos

Un escritor decente

Raúl Guerra Garrido se mantuvo siempre íntegro y erguido frente a los terroristas y sus acólitos

De formación científica -acabó siendo farmacéutico-, renunció a una beca en Berkley para trabajar en una fábrica de productos químicos en el Goyerri profundo; así que desde muy joven tuvo contacto directo con el ambiente nacionalista. En ese entorno se gestó Cacereño, una novela, en cierto modo, autobiográfica, que relataba las tribulaciones de un maketo en la tierra de Sabino.

Sartre no hizo nunca mención de los boticarios, pero de los escritores pequeño burgueses dijo que, si no querían caer en la frivolidad o en la irrelevancia, debían enfrentarse cuerpo a cuerpo con la realidad más inmediata. En ese sentido, el novelista Raúl Guerra Garrido ha sido un escritor de estricta observancia sartriana. En 1976 dio a la imprenta Lectura insólita de El Capital, la primera obra de ficción que se publicó en España sobre el terrorismo de ETA, cuya acción se desarrolla en el pueblo ficticio de Eibain, contracción morfológica de Eibar y Andoain. Más tarde, llegarían La costumbre de morir o La carta, relato fidedigno de la conmoción que sufrían los empresarios a los que la banda terrorista exigía, vía correo, el llamado impuesto revolucionario.

Aunque entreveradas de un finísimo sentido del humor, sus "novelas vascas" están profundamente marcadas por la violencia y el miedo, que en el Euskadi de los años de plomo "eran como del paisaje". Del espanto nació el compromiso cívico - Foro de Ermua, Basta Ya, Colectivo Unamuno- en defensa de la propia dignidad, que RGG definía como "la obligación de seguir siendo tú mismo cuando eso es precisamente lo que más te puede perjudicar". Se mantuvo siempre íntegro y erguido frente a los terroristas y sus acólitos (espero que no lea esto Gómez de Celis), que atacaron en repetidas ocasiones sus propiedades. En julio de 2000, cuando los borrokas quemaron su farmacia donostiarra, a las puertas calcinadas del negocio se arremolinaron fotógrafos y periodistas. Uno de ellos le pidió una impresión urgente: "Hombre, pues la verdad es que nunca había pensado en una jubilación tan llamativa". Contra los violentos, dientes, que es lo que más les jode.

Conocí personalmente a Raúl Guerra Garrido en un homenaje que un grupo de amigos hicimos a Maite Pagaza cuando el PP la desalojó de la presidencia de la FVT. A los postres de aquella cena en el Kursaal de San Sebastián RGG le dedicó unas palabras, justas y emocionantes, que hablaban de sí mismo mucho más de lo que su humildad le consentía admitir. DEP.

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