Lo que escucha Yolanda Díaz

Da la sensación de que las estructuras orgánicas existentes se resisten a ser sustituidas

El espacio político a la izquierda del PSOE siempre ha tenido problemas de identificación. Con la crisis del PC, allá por el año 1983 y la salida de Santiago Carrillo, la izquierda no socialdemócrata inició su especial travesía del desierto. IU-Convocatoria por Andalucía fue la fórmula que ideó Julio Anguita para disfrazar unas siglas que parecían definitivamente gastadas. Aunque esta idea tuvo un largo recorrido, la realidad era que el Partido Comunista seguía siendo el núcleo central y decisorio de esa formación que accedía a compartir su representación con otros grupos de escasa o nula implantación porque ayudaban a su propósito de aparentar un espectro más amplio y plural.

La llegada de Podemos finiquitó el proyecto y vino a aportar mayor confusión. Su innegable origen populista le hizo abominar de la casta de los partidos políticos, lo que le obligó a inventar nuevos giros dialécticos para hacer lo mismo. Surgieron así los conceptos de corrientes, plataformas, círculos o asambleas, intentando disfrazar de esa forma las estructuras partidarias clásicas, pero manteniendo rígidos y férreos aparatos que no escapan a los dictados de la Ley de hierro de las oligarquías de Robert Michels. Esta fórmula ha pasado su mejor momento y está pidiendo una sustitución.

Ahora es la vicepresidenta Yolanda Díaz la que inicia una nueva experiencia buscando (¡como no!) fórmulas originales que la distingan de las anteriores. Extraña que el prolongado periodo de escucha no haya desembocado ya en, al menos, un diálogo que desvelara en líneas generales la propuesta y el programa que la vicepresidenta plantea. Nada se sabe de eso, ni tan siquiera se conoce a quién está prestando oídos para formular su proyecto, aunque se adivina que no todo está siendo un camino de rosas. El ensayo intentado en las elecciones andaluzas ha servido para poner de manifiesto que el atractivo enunciado de la nueva plataforma no tiene fácil traslación a la realidad. Da la sensación de que las estructuras orgánicas existentes se resisten a ser sustituidas y exigen su cuota de representación e influencia. Lo que parece que hasta ahora ha escuchado Yolanda Díaz es un ruido sordo de intereses orgánicos y de rencillas mal disimuladas. Todo parece indicar que el proyecto llamado Sumar tiene buena música a la que va a ser casi imposible ponerle una letra. Lo grave es que del futuro de este experimento puede depender en parte el sesgo político de la próxima legislatura.

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