Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

El esfuerzo infinito

Cada año se avisa de que todo esto va a morir de éxito y de que no se puede desviar el concepto

Yo de chica iba poco de Patios de Córdoba, o al menos no lo recuerdo. Creo que nunca me explicaron en el colegio la dimensión de la Fiesta y hace poco que la siento como parte identitaria de esta ciudad. Ahora, la defiendo a capa y espada con los argumentos que me han dado estos años los cuidadores a los que he conocido para hacer las crónicas más fáciles de escribir del mundo.

Puede que nunca lleguemos a comprender la idiosincrasia de todo esto. Y es que es difícil entender cómo alguien abre la puerta de su casa durante dos semanas a gente totalmente desconocida y en muchos casos irrespetuosa que se piensa que esto es un monumento más para su goce y disfrute. Y aunque esta gente sigue desfilando por los Patios cada año, los cuidadores continúan abriendo esas puertas para que, traspasado el vano, se pueda admirar el esfuerzo infinito. Lo hacen sin recibir un solo euro, más allá de un descuento en la factura del agua (deberíamos pagársela entera y darles un porcentaje de nuestro PIB y de nuestro sueldo si hace falta) y unos premios que un año llegan y otros no.

Mucho han hablado los distintos gobiernos municipales de recompensar ese esfuerzo a los cuidadores y muchos han sido los hosteleros que han planteado medidas nimias que apenas llegan mientras se llenan los bolsillos gracias a la Fiesta. Mientras tanto, los Patios han sido declarados patrimonio de todo el mundo entero y del siguiente y se han llenado de gentes deseosas de verlos; entendible, por supuesto, pero con cautela. Cada año se avisa de que todo esto va a morir de éxito (el mantra) y de que se puede desvirtuar el concepto. Pero no se llega a hacer casi nada por arrancarlos de ese precipicio desde el que no caen porque los cuidadores siguen poniendo sus macetas como muro de contención.

También desde el Ayuntamiento se tuvo la sabia idea de establecer la figura del controlador (sin duda, más que necesaria), pero tremendamente mal pagada. Poco presupuesto municipal para este fin y empresas que se ciñen a lo mínimo han conseguido que, de nuevo, se tenga esa sensación de poco mimo a un patrimonio que se presupone de todos (con un orden: de los cuidadores, de Córdoba y ya si eso, del mundo).

Que lleguen las soluciones, pero que lleguen ya, antes de que nos arrepintamos de no haber salvado a la Fiesta como las cuidadoras salvan las camelias para que luzcan en mayo cuando son flores de invierno.

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