La campaña de las elecciones madrileñas es un espectáculo que nos tiene en vilo. Un lamentable espectáculo que ayer, con las intervenciones de la candidata de Vox en un debate electoral en la Ser, alcanzó uno de sus momentos más deleznables. No sé muy bien por qué, pero oyendo a esta señora me vino de inmediato a la cabeza la imagen de Attila Mellanchini, el sádico camisa negra interpretado por Donald Sutherland en la película Novecento. Cosas de viejo nostálgico. Ella, Monasterio, que es nada más ni nada menos que la candidata de la fuerza política que sustenta diferentes gobiernos del PP y dará así mismo su apoyo a Díaz Ayuso el día después. Consolidando así el modelo de coalición que las derechas esperan impacientes trasladar al gobierno de España. De hecho, la candidata popular sueña el 4M como su catorce de abril, si entonces unas elecciones municipales acabaron con la monarquía y proclamaron la República, ahora unas regionales acabarían con el gobierno de la nación derrotando a la izquierda gobernante. En sus ensoñaciones, estas elecciones le permitirían saltar directamente, de la mano de Vox, de la Puerta del Sol a la Moncloa, ya que, en el plano de la realidad en el que ella habita, estos comicios son los de España dentro de España.

Hay que reconocer el tirón electoral de la señora Ayuso que, si bien no es carismática, tiene desparpajo y es desacomplejada. Cualidades que, unido a su inconfundible toque trumpista, parecen que sean los atributos necesarios para hacerse con el liderazgo de su partido y de la derecha española en general. Supongo que es lo que se llama una política esponja, que todo lo absorbe. Por contradictorio que parezca ha cogido algunos tics del soberanismo para dar cuerpo teórico a su madrileñismo identitario. Todo un oxímoron. Oyendo, por ejemplo, como defiende sus bajadas de impuesto, relacionándolas con las aportaciones fiscales que hace Madrid al conjunto de las CCAA, está asumiendo los argumentos nacionalistas de que son los territorios y no las personas los que tributan. Nada de esto parece que vaya a impedir que gane las elecciones, sobre si el triunfo le dará para gobernar hay más dudas. Lo cierto es que la igualdad de expectativas entre bloques, que dibujan las encuestas, convierte la participación en el elemento decisivo. Algo difícil de pronosticar ya que a la situación pandémica se une la caprichosa rareza de celebrar las elecciones en día laborable. Atentos.

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