El explosivo debate provocado por la información sobre el espionaje a líderes independentistas, que amenaza la continuidad de la legislatura, resulta bastante paradójico. No entiendo el revuelo por algo tan normal como que los servicios de inteligencia recaben información de quienes han atentado gravemente contra la integridad del Estado y no dejan de pasar la oportunidad para gritar a los cuatro vientos que volverán a intentarlo. Y que han creado nuevas organizaciones dedicadas a subvertir el orden, mediante un clima de violencia civil, relacionadas además con la Rusia de Putin que, como todo el mundo sabe, está obsesionado con desestabilizar las democracias occidentales. En tales circunstancias, lo irresponsable sería que los servicios de inteligencia no hiciesen su trabajo. Cuando se organizó el referéndum ilegal del 1 O de 2017, y la posterior declaración de independencia, se acusó al gobierno de Rajoy, con toda la razón, de desinformación y al CNI de fracaso estrepitoso, por haberse visto sorprendido por unos hechos que pusieron en gravísimo riesgo la integridad del Estado y la convivencia ciudadana. Por lo tanto, la dimisión de los responsables gubernamentales habría que exigirla ahora si los servicios de inteligencia hubiesen ignorado las reiteradas amenazas secesionistas. No se les espía por lo que defienden, sino por su declarada intención de volver a subvertir el orden constitucional. Una cosa es que los partidos independentistas sean perfectamente legales y otra, bien distinta, creer que el derecho constitucional a defender la independencia también ampara las conspiraciones y complots contra el Estado.

Por supuesto que es fundamental aclarar la legalidad o no de las actuaciones, no tenerlo en cuenta sería extremadamente peligroso. En democracia las formas importan tanto como el fondo. Pero en el hecho en sí de la existencia de espionaje, que es lo considerado escandaloso, no creo que haya para tanto aspaviento. Por supuesto que lo conocido favorecerá la estrategia de autovictimización del independentismo y le servirá para remover la potente palanca del resentimiento. Por muy patético que sea que la hagan invocando el nombre de una de las regiones más rica, democráticas y con mayor autogobierno de Europa. El secesionismo conoce, mejor que nadie, los motivos para estar vigilados por unos servicios de inteligencia obligados a proteger la integridad del Estado.

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