La estatua de oro

¿Qué interés pueden tener en el bienestar general de un país unos partidos independentistas que odian a sus compatriotas?

Hay algún país del mundo en el que el gobierno central pacte los Presupuestos Generales del Estado con varios partidos políticos cuyo único propósito es destruir ese mismo Estado? No sé, quizá en Mongolia -la Exterior o la Interior- ocurra eso, o en Kiribati, o en Turkmenistán, que nadie sabe muy bien dónde está. Pero sin duda esta clase de cosas sólo pueden ocurrir en países gobernados por algún personaje excéntrico o quizá incluso desequilibrado, como ese tiranuelo de las estepas asiáticas que levanta lujosas esculturas de oro a su perro favorito. Pero es muy raro que eso ocurra en un país supuestamente moderno y avanzado. Los Presupuestos del Estado pretenden garantizar el mayor grado de bienestar posible para la población de un país. ¿Y qué interés pueden tener en el bienestar general de un país unos partidos minoritarios que odian al 80% de sus compatriotas y que los consideran bestias subhumanas y colonos y ñordos y gentuza y otras lindezas por el estilo?

Los partidarios de estos Presupuestos nos aseguran que debemos fiarnos de los partidos independentistas porque son feministas y ecologistas y muy de izquierdas, cosa que nos parecería fabulosa si no fuera porque el único interés de esos partidos es cortar amarras como sea con el resto del Estado y vivir en un Estado independiente donde todo el mundo sea feliz y se pase la vida bailando danzas regionales en la plaza del pueblo. A ninguno de esos partidos -llámense Bildu o ERC o JxCat- les importa lo más mínimo ese asqueroso y atrasado país al que sus dirigentes y militantes, cuando van ya por el tercer gin tónic, llaman Españistán o Ezpañita o cualquier otro apelativo despectivo. A esos partidos se la pela que los españoles vivamos bien. Y lo único que quieren es ganar poder y dinero para imponer su visión totalitaria de la política.

Y eso ocurre en medio de una pandemia que está poniendo contra las cuerdas el sistema público de salud, y cuando millones de trabajadores no pueden cobrar los ERTE ni el Ingreso Mínimo Vital por problemas de simple incompetencia. Pero millones y millones de personas no sólo lo ven aconsejable y progresista, sino que encima aplauden con las orejas. Quizá nos merezcamos que los Presupuestos del Estado incluyan muy pronto una partida para que nuestro presidente le levante una estatua de oro a su perro favorito.

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