La estrategia de Ábalos

16 de octubre 2025 - 03:06

Mientras pueda, José Luis Ábalos va a seguir siendo diputado y será juzgado por el Tribunal Supremo. Mientras pueda, callará ante las instancias judiciales y mantendrá su estrategia de intentar que se anule la causa abierta contra él.

Enfrente tiene al magistrado Leopoldo Puente y al fiscal Anticorrupción Alejandro Luzón. Los dos saben que cualquier decisión será analizada con lupa por un Gobierno y un PSOE que pretenden echar abajo las diferentes iniciativas relacionadas con la presunta corrupción en dicho partido y en el propio Ejecutivo, e intentan desprestigiar a los jueces y fiscales que han intervenido y están interviniendo en la instrucción y en las citaciones a los encausados para que comparezcan ante los tribunales.

El tiento con el que actúan los encargados de impartir Justicia es absoluto, conocen las consecuencias que tendría la acusación de law fare, dejarse llevar por cuestiones ideológicas en lugar de aplicar con el rigor que requiere su trabajo. Desde que se iniciaron las informaciones sobre presunta corrupción, han sido múltiples las declaraciones de dirigentes del sanchismo que han pronunciado esas dos palabras malditas para intentar echar abajo la credibilidad de jueces y fiscales.

Ábalos es un hombre que sabe de estrategia y se mueve como nadie en la política; tuvo un papel clave en la biografía de Pedro Sánchez y su elección como secretario general del PSOE primero y presidente del Gobierno después. Con el tiempo se sabrá si decidió no declarar ante el tribunal, y prescindir de su abogado defensor el día anterior a su comparecencia ante el Supremo, para buscar la nulidad de la causa abierta. Si fue así, ni el juez ni el fiscal cayeron en la trampa y no decretaron prisión preventiva, sino mantener las anteriores medidas cautelares, comparecencia cada quince días, retirada del pasaporte y prohibición de abandonar el territorio.

Los magistrados se mueven con máxima prudencia, la que no demuestran la mayoría de los políticos actuales.

El problema para Ábalos y sus actuales o antiguos compañeros, es que la mayoría de los españoles, entre ellos infinidad de socialistas no sanchistas, piensan que Ábalos es una persona no fiable. Si ha delinquido lo determinará un tribunal, pero no hay quien le salve de su imagen de hombre que se ha aprovechado de su cargo ministerial, conoce los bajos fondos más sórdidos, ha utilizado dinero público para costear su vida nada ejemplar y ha arrastrado las siglas del PSOE por el fango.

Esa imagen deplorable, con prisión o sin prisión, ya no se la quita nadie.

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