La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El extraño perdón de Otegi

Un arrepentimiento farisaico: Bildu nunca ha condenado a ETA, que dejó de matar sólo cuando fue derrotada

No tardó mucho Arnaldo Otegi en mostrar la naturaleza táctica y farisaica de su extraña petición de perdón a las víctimas de ETA. Extraña porque ni contenía la palabra perdón ni condenaba la violencia terrorista. A las pocas horas de expresar en público su condolencia por el horror vivido en Euskadi como si hubiera sido producto de una catástrofe natural, Otegi confesó a sus conmilitones abertzales el verdadero objetivo de su maniobra: la liberación de los terroristas presos.

Fíjense en el verbo: "Tenemos a doscientos dentro. Y esos doscientos tienen que salir de la cárcel. Si para eso hay que votar los Presupuestos, pues los votaremos". No dijo hay doscientos presos ni doscientos vascos están injustamente encarcelados. Dijo tenemos. Son de los nuestros, son nuestros presos, hemos de sacarlos. Aunque sea simulando un pesar que no sentimos y un arrepentimiento que ni se nos pasa por la cabeza. Hasta obligar al Gobierno a cambiar la ley -el Código Penal- y liberarlos en el plazo de seis años. O sea, entre lo que queda de esta legislatura y la próxima.

El proceso de disculpa con cuentagotas (hace tres años ETA también pronunció las palabras "Lo sentimos de veras", pero limitando sus disculpas a los "ciudadanos y ciudadanas sin responsabilidad en el conflicto"; es decir, excluyendo a la mayoría de los 850 asesinados) y la plena disponibilidad a sacar adelante, otra vez, los Presupuestos del Estado del Ejecutivo PSOE-Podemos persiguen sin tapujos el autoblanqueamiento del movimiento post-terrorista vasco y el borrón y cuenta nueva sobre los crímenes cometidos. El triunfo del olvido sobre la memoria. Este jueves mismo Bildu vetó una iniciativa unánime de condena a la "sinrazón y la injusticia que supuso la violencia terrorista de ETA". Algo bien sencillo.

El problema del fingido arrepentimiento de ETA y Bildu es que sólo engaña a quien consienta ser engañado, sea por conveniencia, falta de escrúpulos o ingenuidad. Porque nadie a los mandos de ese mundo ha abandonado las bombas y abrazado los votos por la convicción de que matar es inmoral, sino porque fueron derrotados por el Estado democrático. Su conversión a la política no se produjo tras convencerse de la ilegitimidad radical de la violencia, sino tras llegar a la conclusión de que la violencia les era inútil, inservible y contraproducente. Siempre les fue, pero tardaron más de ochocientas vidas ajenas, y algunos centenares de la propias, en entenderlo.

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