Aretratarse tocan, a posicionarse obligan, la presidenta madrileña ha abierto una nueva caja de los truenos y no hay personaje influyente que no haya opinado sobre la iniciativa de Esperanza Aguirre de ofrecer estudios especiales de alta cualificación a los alumnos de Secundaria que hayan logrado notas de sobresaliente, que tendrán acceso a un Bachillerato especial para su nivel de capacitación.

Existe desde hace años en la mayoría de los países europeos, y también en Estados Unidos, y la experiencia ha sido muy positiva. Aquí, sin embargo, han aparecido desde el primer momento voces alarmistas que pronunciaban abiertamente las palabras discriminación y elitismo.

Sorprendente. Sorprendente que se considere elitista dar oportunidad a los alumnos más brillantes para realizar estudios acordes con su preparación y su disposición al trabajo. Sorprendente que se considere elitista dar trato de favor a quienes más se esfuerzan, a quienes más estudian. Sin embargo, parece que nadie considera elitista y discriminatorio que los hijos de familias económicamente pudientes puedan estudiar en universidades privadas si no alcanzan la nota necesaria para encontrar plaza en una pública, o que tengan mejor conocimiento de inglés porque sus padres pueden pagarles cursos en el extranjero, y tampoco es elitista ni discriminatorio que en una clase tenga más facilidades aquel cuyos padres puedan pagar profesores de refuerzo en casa. Y sin embargo, cuando se trata de premiar el trabajo individual, el interés por los estudios y el esfuerzo surgen las voces críticas. Que insisten en los calificativos de discriminación y elitismo.

Pocas medidas hay menos elitistas que ésta en la que no se tiene en cuenta la cuenta corriente con la que costear clases particulares, sino que se ofrece una oportunidad de abrirse hacia un mejor horizonte a quien ha demostrado inteligencia, empeño, ánimo, dedicación y trabajo en los estudios. Muchos de los mejores alumnos, hay que recordarlo, ven sus trayectorias truncadas porque sus padres no pueden costearles la educación no obligatoria y mucho menos una universidad -también las públicas son caras y las becas insuficientes, por mucho que Zapatero presuma de haberlas incrementado- y no pueden ni soñar con un máster, titulación que siempre está al alcance de quien pueda pagarlo en España o en el extranjero.

No hagamos demagogia con los estudios, que bastante mal están la Secundaria y el Bachillerato en España como para poner pegas a que los mejores puedan acceder a niveles superiores en centros públicos. Es curioso que en las encuestas realizadas a pie de calle a raíz de la iniciativa de Aguirre y de su consejera de Educación, los jóvenes estudiantes se pronunciaron casi unánimemente a favor.

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