HOY es el cumpleaños de mi amiga Maricarmen y, así como quien no quiere la cosa, le acaban de caer encima los cuarenta. Mariky -minúsculo apodo que contrasta con su altísima figura-, sueña a menudo con llevar una vida distinta a la que le ha tocado en suerte y, aunque no comente ni una palabra al respecto, me consta que, el mundo de los famosos, le tiene nublada la razón. Así, esta semana, nada más salir a los quioscos ¡Hola!, corrió a devorar una edición en la que no sé si Elsa Pataky mostraba más orgullosa a su novio, Adrien Brody, o el palacio que éste le ha regalado para festejar su amor por ella. Con sus cinco sentidos puestos en cada fotografía, mi querida recién estrenada "cuarentañera" -como le gustaría a Ana Rosa que la definiera-, pensaba al pasar cada página de la revista lo diferente que sería todo si tuviera la sonrisa encantadora de la rubia actriz, sus ojos azules, su operada nariz respingona, su proporcionado físico, su trasero respingón, su elegancia natural y, para remate, una pareja tan interesante, rica y famosa como el oscarizado protagonista de El pianista.

Luego, al regresar a casa, Maricarmen observó una a una las habitaciones de esos sesenta metros cuadrados que paga como buenamente va pudiendo cada mes sin cesar de acordarse de las estancias del castillo de Elsa, flanqueadas por muros de piedra que encierran esa exquisita decoración minimalista ideada por Armani. "¡Con lo bien que quedaría yo tumbada en una foto al lado de Adrien!", suspiró mientras preparaba un guiso de puchero que, con el poder de reavivar a los muertos, pareció devolverle a la realidad.

Y es que, delante de los garbanzos, del tocino y la carne, Mariky se dio cuenta de que no es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita. De seguida, cogió el teléfono y llamó a su gente más cercana para invitarnos a unas cañas que, mientras ustedes leen esta fruslería, nos tomamos en un bar de su calle llamado El torreón. Menos "glamouroso" que lo de Elsa y Adrien pero, para nosotros, más que suficiente.