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Un trabajador de hoy puede desarrollar sus funciones en cualquier lugar, sin estar sentado en un lugar concreto

Desde la revolución industrial en el siglo XVIII, donde el movimiento obrero se levantó contra el exceso de horas de trabajo, no se había planteado un cambio tan radical en España por el control efectivo de cada individuo en su puesto laboral. Evidentemente para los que por entonces luchaban por ello, la nueva legislación hubiera supuesto un gran logro de sus anhelos, pero hemos de hacernos una pregunta importante: ¿es el mercado laboral de hoy mínimamente parecido al de hace más de dos siglos?

Aunque los cambios sustanciales de la sociedad en todo este tiempo han traído grandes avances ahora, previsiblemente, pueden aparecer graves retrocesos. Para una sociedad informatizada en plena era de las telecomunicaciones ha sido el teletrabajo uno de los grandes hitos actuales. Desde que el Club de Roma lo señaló como una prioridad en los países industrializados, retos como la conciliación laboral o la disminución de la brecha salarial han empezado a tener un mayor sentido. Todos sabemos que un trabajador de hoy, que esté plenamente comunicado con su empresa, puede desarrollar sus funciones en cualquier lugar, sin la necesidad de permanecer sentado en un lugar concreto.

Por otra parte, hemos formado a unas nuevas generaciones en la movilidad laboral y la libertad de horarios. Gracias a ello, y a medios como Erasmus o cualesquiera otros intercambios internacionales, nuestros jóvenes saben que su espacio de trabajo es el mundo y que sus relaciones no tienen fronteras. Ver como hoy cualquier aeropuerto se convierte en un constante ir y venir de personas que trabajan, allá donde sus proyectos les llevan, marca el nivel de modernización de cada país. Y eso nuevamente dista mucho del férreo control que resurge del pasado.

Hubiera sido edificante que, ante unas medidas de control horario de estas características, tanto el Congreso como el Senado hubiesen dado ejemplo. Veríamos nuevamente llenas las cámaras y a todos tratando de no levantarse ni para ir al servicio, so pena de perder su sueldo. O a lo mejor volverían imágenes como en el pasado, con Gaspar Zarrías votando a su alrededor en todos los puestos vacantes de sus compañeros socialistas. Lo que no deja de sorprendernos es que medidas ya superadas, que nos retrotraen a la era industrial, se planteen hoy. Y además la excusa no es perseguir el absentismo laboral sino el exceso de horas extras, ¿o quizás no?

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