Paisaje urbano

Eduardo / osborne

Una fiesta poco festiva

CUANDO el 12 de octubre de 1492 el bueno de Rodrigo de Triana, subido en lo más alto del mástil de La Pinta, divisando las islas Bahamas gritó al (nuevo) mundo su legendario ¡¡tierra!!, no podía ni imaginar la mecha que acababa de prender. El descubrimiento de América, el cambio de rumbo de la historia, el imperialismo civil y religioso de los Reyes Católicos, la bula del Papa Borgia, Cristóbal Colón, el oro de indias, la era moderna… También la imposición a los indígenas de otra raza, de otra religión, el aprovechamiento de los recursos ajenos en beneficio propio, todo lo que implica, en fin, la colonización con sus luces y sus sombras.

Hoy es fiesta en casi toda América, y seguramente allá se celebrará este día con más entusiasmo y menos complejos que acá. Resulta curioso observar como lo que empezó celebrándose como Fiesta de la Raza hace casi un siglo (sólo México y Colombia mantienen la denominación), haya ido mutando el nombre según el sitio y sus derivas socio-políticas. Desde el día del "descubrimiento de dos mundos" (Chile) al "de la descolonización" (Bolivia), desde el día de "la diversidad americana" (Argentina) al "de Colón" (Estados Unidos). La ONU, siempre tan diplomática, optó por llamarlo "Día de la Lengua española", quizás en lo único que estemos todos de acuerdo.

¿Y aquí, en la madre patria? En España, santo y seña de todo lo anterior, es día festivo porque así lo dice una ley, pero pocas actitudes se ven para considerarlo verdadera fiesta. Como en tantas cosas, a pesar del tiempo y los cuarenta años de democracia, vuelven repetidas las cantinelas del genocidio y del sufrimiento, más reforzadas en estos tiempos si cabe con los llamados gobiernos del cambio. Ahí tienen si no al Ayuntamiento de Badalona, la tercera ciudad en población de Cataluña, cuya alcaldesa ha renegado expresamente de la misma pretextando falta de arraigo.

No se trata de demonizar a quienes en el uso de su libertad individual no encuentran motivos para celebrar nada este día, y hay ejemplos no tan lejanos incluso más conflictivos (sólo hay que recordar la marcha de la Orden de Orange por el Ulster cada 12 de julio…), pero algo no va bien si una nación con más de quinientos años con rasgos de identidad tan primarios como la lengua o la cultura no tiene al menos un día de fiesta nacional. Aunque sólo sea para celebrar lo que nos une, y no lo que nos separa.

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