La tribuna

Antonio Vargas Yáñez / /

Un flaco favor

DISEÑARÍAMOS hoy en día un edificio como el Edificio Negro? Seguramente no, y no porque sea un mal proyecto, sino simplemente porque las preocupaciones que inspiraron en su momento este tipo de arquitectura ya no son las actuales. El Edificio Negro es un interesante ejemplo de la arquitectura de una España que al final del franquismo se había sacudido el peso del estilo nacional y aspiraba a disfrutar de imágenes arquitectónicas similares a las de las modernas democracias occidentales a las que económicamente intentaba acercarse de la mano de lo que se denominó el milagro español. Con él y con otros como él, el polígono de la Prolongación de la Alameda trasladó a Málaga la versión local de la reconfiguración urbana que experimentaba la Castellana en Madrid al acoger la sede de las principales empresas en sus nuevos edificios corporativos.

Frente a concepciones arquitectónicas más masivas como las del edificio de Hacienda o la sede de Unicaja, el Edificio Múltiple optó por una digna reinterpretación de las propuestas de Mies y la arquitectura de los rascacielos americanos. Sólo le faltaron unas cuantas plantas para lograr la esbeltez del modelo, pero eso no estaba en la mano de su autor, Dionisio Hernández Gil. Ahora y como testigo de su tiempo, la arquitectura española no necesita demostrar que somos europeos y sí dar respuesta a un amplio conjunto de preocupaciones medioambientales, sociales y económicas que están conformando un nuevo lenguaje. Otra cosa es gastarse 2,6 millones de euros en una reforma y justificarla en una supuesta amortización energética a 57 años vista.

Y digo supuesta porque las declaraciones de los responsables políticos no coinciden con los 28,5 años que se recogen en el proyecto; y porque a la vista de que el procedimiento seguido para su evaluación no parece el más adecuado y la exagerada de vida útil considerada para las instalaciones y cerramientos de 30 a 60 años, está por ver si esta expectativa es correcta. Todo ello introduce dudas sobre la sostenibilidad económica de la obra. Como el plazo que manejaríamos, en el caso de que un inversor privado preguntara por la viabilidad de una inversión similar, sería de unos 10 años, hay que preguntarse cómo se puede justificar una inversión con un periodo de amortización tan alto que excede su vida útil.

Desde luego, la repuesta que han recogido los medios es tan simplista como errónea: no hay necesidad de amortizar la inversión porque se trata de una subvención. Aunque aceptemos que existen acciones que necesitan ser subvencionadas en cierta medida para que se impulsen políticas que serán rentables a medio plazo, y que entre ellas se encuentran las políticas de ahorro energético, lo que no es aceptable es que una obra de la administración, subvencionada o no, necesite periodos de amortización que no nos podemos permitir los administrados. De la misma manera que si se trata de dar ejemplo, y eso es deseable, se debería explicar por qué se sustituye el empleo de gas natural por energía eléctrica o no se incorporan energías renovables en el edificio; aspectos que se deberían haber contemplado o justificado.

Pero al margen de consideraciones económicas, el logro de un desarrollo sostenible no es únicamente un problema energético o ambiental. El logro de un desarrollo se ha definido siempre sobre una triple componente medioambiental, económica y social. Y desde un punto de vista social caben ciertas consideraciones no menos importantes. La viabilidad de una actuación de esta entidad sobre un edificio no se puede abordar con un enfoque tan sectorial como el que se ha hecho. Es necesario contemplar algo tan sencillo como si es factible y deseable prologar la vida del edificio otros cincuenta años, o no. Y este dato introduce otros criterios de amortización que pueden justificar que no se alcancen mayores ahorros. Pero es que además, el Edificio Negro es un hito de la geografía urbana de Málaga que forma parte de la memoria colectiva de nuestra ciudad. Y es precisamente esa componente social la que justifica que el edificio deba ser rehabilitado más allá del ahorro energético que se consiga; porque la ciudad necesita de hitos en los que reconocerse que el proyecto presentado borra.

Nuestros edificios necesitan una urgente mejora energética, pero las actuaciones que se realicen no se pueden decidir al margen de la ciudad en la que se implantan y sobre criterios de rebajas de honorarios profesionales y simplistas mejoras energéticas. Si éste es el ejemplo de cómo se van a hacer las cosas, estamos haciendo un flaco favor a la causa.

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