Lo mejor de la perorata de Heredia del pasado 20 de noviembre no es su "hija de puta" fuera de tono ni sus maquiavélicas confesiones. Ni siquiera que transmute en Scarlett O'hara y ponga Toxo por testigo de que en España nunca gobernará Sánchez con Iglesias. Lo mejor es la revelación del giro hacia el leninismo que iniciará el PSOE en su próximo congreso.

El doctor Zhivago las pasó canutas por el convencimiento de los comunistas rusos de que la alianza entre obreros y burgueses era coyuntural y sus intereses acabarían chocando. Tesis depurada por los Jemeres Rojos, que consideraron sospechoso a cualquiera que supiera leer e idóneo para mutar en abono de los campos de arroz. Con la renuncia del PSOE al marxismo y del PCE al leninismo, pensaba que semejante reducción ideológica se limitaba a mi amigo Pita, que un 1 de mayo me preguntó qué hacía en la manifestación. Dada mi vocación intelectual (de difícil convivencia en un partido de masas obrero conforme al troskismo más clásico) traté de explicarle mi lucha interna a mi antiguo compañero de clase, al que su consagración a la revolución desde tiempos del instituto le mantenía lejos del mundo laboral. Hacía el recorrido con un pié por la acera y otro por la calzada, conciliando la condición de asalariado con la de autónomo con trabajadores a mi cargo. Años después, la tesis revive de la mano de Heredia y su idea de que los 3,5 millones de autónomos, policías y guardias civiles somos "muy de derechas". Idea que imposibilita que su PSOE pueda mejorar los resultados y gobernar, porque antes tendrá que explicarnos cómo quiere que le votemos, si no tiene un discurso para nosotros. Salvo que sea para "recuperar poder".

Tal y como avisa Maximum Shameless en el prólogo de su conocido manual, la base de un discurso político es decir aquello que la audiencia espera oír. Y eso es lo que hizo Heredia. Eso sí, hay que procurar que nadie te cambie la audiencia. Fuera del contexto para el que lo pensó, al resto del país (chaval con grabadora incluido) no le hace maldita gracia. Lo peor no es ni qué ni cómo lo dijo. Que Díaz lo desautorice da igual. Se desautoriza solo. Lo grave es que nadie corrija el fondo. Lo peor es que una semana después nadie ha explicado el proyecto socialista para estos ciudadanos, del que reconoció carecer. Tanto para formar a la cantera como para postularse para presidenta, eso es lo que realmente importa.

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