Crónica personal

Pilar / cernuda /

Para frenar el disparate

SÓLO quienes siguen habitualmente los debates parlamentarios pueden calibrar la importancia del encuentro mantenido en Moncloa entre el presidente del Gobierno y Rosa Díez. La inquina que se demuestran va más allá de la dialéctica, y la noticia de que Díez pidió una cita a Rajoy, que fue aceptada por el presidente antes de las veinticuatro horas, demuestra que los dos ven tan mal las cosas que han aparcado sus diferencias para dejarse llevar por el sentido del Estado y también por el sentido común, tan escaso últimamente en determinados políticos.

Ha coincidido en el tiempo la reunión de Moncloa con la mantenida en el Palau de la Generalitat entre Pedro Sánchez y Artur Mas. El secretario general socialista llamó por teléfono a Rajoy antes de celebrar la entrevista, para cambiar impresiones sobre el problema catalán, problema en el que los dos dirigentes están de acuerdo en lo básico: no admiten ni un milímetro de avance en la trayectoria separatista, aunque difieren en el planteamiento de futuro. Sánchez apuesta por un Estado federal y Rajoy en cambio apuesta por el Estado autonómico aunque con la necesaria revisión de algunos aspectos que podrían corregir tensiones territoriales. Pero lo que importa es lo que une, no lo que separa. Y en esa misma línea se mueve Rosa Díez, que discrepa de casi todo lo que propone el Gobierno de Rajoy pero, sin embargo, mantiene una posición inequívoca respecto a la españolidad de Cataluña.

Es por tanto una excelente noticia que ante el desafío de Mas, Rajoy encuentre el respaldo del líder de la oposición y de la máxima dirigente de UPyD.

No sólo Cataluña está en la agenda de las preocupaciones de los políticos que apuestan clara y abiertamente por la legalidad y el respeto constitucional, hay otro asunto que sin duda han analizado Rajoy y Díez y Rajoy y Sánchez en su entrevista de julio: el avance de partidos antisistema, dictatoriales, populistas y ajenos al juego limpio. Es algo que inquieta a una Rosa Díez que sufre el retroceso de UPyD ante una izquierda vocinglera y populista que como todas las formaciones de ese perfil consiguen abrirse paso en los sectores del desencanto, la frustración y con ansias de apostar por quienes le dicen lo que quieren escuchar sin ningún respeto a la verdad y a la realidad de la situación. Pero inquieta a también al resto de los políticos que se toman en serio el servicio al Estado.

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