El futuro duelo Kichi-Teresa vs Pablo-Irene y otros duelos

La ruptura de Adelante Andalucía con Podemos suscita la cuestión de si puede haber en la comunidad espacio para un partido andalucista

José María González, Kichi, y Teresa Rodríguez.

José María González, Kichi, y Teresa Rodríguez. / Eduardo Ruiz

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¿Puede haber espacio para un partido andalucista? Esa pregunta, suscitada por la ruptura de Adelante Andalucía con Podemos, es sugestiva en una comunidad donde el andalucismo sentimental no se ha convertido en una opción política sólida. De hecho, es tan vaporoso que Bendodo ha llegado a decir que este es el Gobierno más andalucista de la historia, y quedarse tan ancho; evidenciando, como advertía Baudrillard, que la Historia se ha vaciado en el lenguaje propagandístico y el espectáculo político. Claro que la pregunta correcta no es ésa, sino esta otra: ¿puede haber espacio para un partido andalucista de extrema izquierda? Eso parece aún mucho más difícil.

La ruptura de Teresa Rodríguez es ya una capítulo más en la historia cainita de la izquierda. Unidas Podemos ya es Desunidas A Ver Qué Podemos. Nada nuevo, por demás, en la trayectoria de Teresa Rodríguez: con 18 ya estaba en las listas de IU, militaba en la corriente Espacio Alternativo con la que abandonó IU, y se transformó en Izquierda Anticapitalista, y en 2014 entra en Podemos, de donde sale ahora… En IU era la izquierda de IU, en Podemos era la izquierda de Podemos, y ya se verá… porque hay algo de resistencia adolescente para conservar el rol de anti. Pero hay algo seguro: el mensaje de transversalidad que ella plantea es incompatible con esa clase de dogmatismo. Difícilmente puede liderar un andalucismo razonablemente abierto quien ni siquiera se ha sentido con sitio en Podemos, el partido de la extrema izquierda española.

Ya se verá si Kichi lidera el nuevo partido, pero podría llegar a ser un duelo colosal: Kichi-Teresa vs Pablo-Irene. Esa izquierda que venía a acabar con el heteropatriarcado burgués, disputándole el poder y los votos en familia, como aconsejaba el padre Peyton: "Familia que lucha unida jamás será vencida". En aquel primer asalto de la guerra del chalet, los llamados Clinton de Cádiz dieron una lección de pisito coherente a los Hacendados de Galapagar, pero el duelo presumiblemente no se resolverá con vencedores y vencidos, sino con una izquierda más débil.

En este proceso, a pesar de que el dogmatismo siempre imprima un cierto aire de autenticidad, hay algo de radicalismo adolescente irredento. Eso sí, detrás late un pragmatismo con concesiones justas al idealismo: hasta mayo sigue en el liderazgo de AA, después no entregará su acta mientras establece su propio partido, mantiene sus diputados al margen de IU, aprovechan el dinero del grupo parlamentario... y con eso seguramente satisfarán sus pulsiones para mantener el espíritu antisistema sin vocación de gobernar. Al precio, presumiblemente, de alejar a la izquierda de recuperar el poder.

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"España es el país en el que se discuten hasta los números" decía Julián Marías, con cierta pesadumbre. La clase política española es capaz de cuestionar incluso los datos objetivos, anteponiendo el mensaje ideológico al principio de realidad. Ya no es valorar si crecer equis por ciento es bueno, positivo, más bien malo o un desastre, sino sencillamente se cuestiona el dato y ya está. A partir de ahí, los debates racionales se complican. O desaparecen.

Sucede a diario. Se discute si es verdad que un 45% no cobra más de 800 euros al mes en lugar de debatir cómo afrontarlo; se debate si las listas de espera son falsas, en lugar de la solución; se discute el número de sociedades mercantiles constituidas y no el por qué; y los fondos de la PAC, la cuantía de los ERE, los plazos de atención médica… En lugar de debates políticos, la cosa se reduce a decir ¡verdad! o ¡mentira! y además al margen de que sea verdad o mentira.

Y si eso sucede con los datos objetivos, tanto más con los datos meramente prospectivos. El Gobierno andaluz sostiene que la economía andaluza crecerá otra vez sobre la media nacional, frente al criterio del Observatorio Económico de Andalucía. La Junta mantiene su 1,9 mientras el Gobierno central sí baja a 1,6, al hilo de los organismos y analistas internacionales. ¿Es verosímil el dato del Gobierno andaluz? Pues hay razones para discutirlo… en lugar del espectáculo de clamar ¡verdad! o ¡mentira! sobre algo que ni siquiera ha sucedido.

¿Y qué acaba pensando el ciudadano de todo esto? Pues el ciudadano de derecha pensará que blanco y el ciudadano de izquierda que negro, o viceversa, mimetizando a sus representantes. Desde luego lo que no va a hacer un ciudadano es analizar los presupuestos o la contabilidad general para sacar conclusiones propias. Las reacciones de la ciudadanía, en definitiva, no obedecen a que el crecimiento sea una décima más o una décima menos, sino a la percepción de la realidad. Por eso la clase política invierte su máxima energía en propaganda, para tratar de manipular la percepción. Cada vez se estrecha más el espacio de la política y se ensancha el espacio de la comunicación. Los debates son un duelo de consignas. La realidad no importa, sólo el relato.

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La respuesta del ministro Planas en la crisis del campo, alabada desde todos los sectores por su sensibilidad y a la vez un conocimiento verdaderamente sistémico y profundo del problema, de repente se ha estrellado con… Podemos. Desde el PSOE andaluz se hacen cruces porque perder la empatía del mundo rural sería un desastre casi definitivo. Los representantes del campo ya habían cuestionado que la ministra de Trabajo pilotase las negociaciones, por su escaso conocimiento de la materia, pero en algún momento se inmiscuyó Iglesias y extrañamente excluyeron de la reunión a las asociaciones agrarias. Sí, ha leído bien: excluyeron de la reunión de la crisis del campo a las asociaciones agrarias. Todo acabó, claro, en la peor versión posible: la CEOE se levantó y le siguieron los sindicatos…

¿Pero qué hacía Iglesias interfiriendo en una reunión ajena a sus competencias? ¿Va a tutelar a los ministros de Podemos? El campo es un asunto crítico: al abandono se han unido malas cosechas, bajos precios, regulaciones torpes y ahora el salario mínimo y los recortes en la nueva PAC que puede llegar a 1.000 millones anuales. El ministro Planas al menos había avanzado en crear un clima de confianza pero Iglesias, después del fin de semana paseando por la finca de Quintos de Mora con ropa tipo Coronel Tapioca, ha llegado a pensar que nadie mejor que él, ay, para resolver este asunto endemoniado.

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