SALIÓ rana la gran esperanza blanca del Partido Popular. Ya había mostrado síntomas de cantamañanas al referirse a problemas económicos graves con recetas de una simpleza atroz, pero el debate con Solbes ha arruinado buena parte del crédito de Manuel Pizarro. El número dos de Rajoy, que ante públicos adictos parece que se come el mundo, fracasó con estrépito en la única ocasión en que tuvo que confrontar sus ideas con un adversario tan preparado, al menos, como él. Necesita aprender y ser más humilde. Tan mal estuvo que a Solbes le recibieron sus colegas de Consejo de Ministros con un aplauso, que tampoco era para tanto. Pero Pizarro, que estaba llamado a ser un destilado de éxito profesional, solvencia y brillantez, ha resultado de momento un producto de garrafón.

El garrafón preocupa también a otro ministro, el de Sanidad. Bernat Soria, como no lo quedan competencias, tiene ocurrencias. La última conocida es su promesa de controlar la calidad de las bebidas alcohólicas que consume a mansalva un sector numeroso de la juventud. He ahí un magnífico ejemplo de la resignación socialdemócrata ante la realidad: puesto que se emborrachan sin remedio, que se emborrachen comme il faût, con buen género, no con matarratas. Una de dos: o va a perseguir las bebidas insalubres, que ya están perseguidas por ley, o luchará contra las legales pero de baja calidad. Ahora bien, éstas son las más baratas y por eso se consumen en masa. ¿Acaso va a dar una subvención para que los jóvenes beban sólo de buenas marcas?

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