Tiempo Un frente podría traer lluvias a Málaga en los próximos días

Hoy se clausura el congreso extraordinario que celebra el PP en Sevilla para elegir a su nuevo presidente. A diferencia del de 2018, que Casado se impuso con cierto margen a Sáenz de Santamaría, los compromisarios elegirán hoy a Núñez Feijóo a la búlgara. La lección que nos deja Casado es que un buen método electoral, las primarias, no garantiza la mejor elección. La suya representó un giro a la derecha y la de Feijóo un giro al centro. Cada líder popular trae su pan ideológico bajo el brazo. A pesar de representar cosas distintas, el nuevo presidente será hoy aclamado con el mismo entusiasmo con el que antes lo habían hecho con Casado. Cada nuevo presidente popular viene con su propio giro estratégico incorporado, el que más Aznar, que fue una cosa y la contraria en cada una de sus dos legislaturas.

El giro a la derecha del PP de Casado contribuyó decisivamente a alimentar el clima de extrema polarización de la política en nuestro país. Bajo el principio de "al enemigo ni agua", y su argumentario de guerra cultural, bloqueó cualquier acuerdo de Estado, incluyendo la renovación CGPJ -de la del Constitucional mejor no hablar- por no mencionar sus constantes visitas a las instituciones europeas, compitiendo con Puigdemont para ver quién desprestigiaba más y mejor al gobierno de España. Si, además, todo eso ocurría mientras el país atravesaba la peor catástrofe de nuestra democracia, la pandemia de la Covid19, con sus terribles consecuencias para la salud y la economía de los españoles, la marcha de Casado sólo podemos recibirla con alivio. De las cuatro reglas que establecen Levitsky y Ziblatty para identificar un líder autoritario (tipo Trump), Casado cumplía con creces la nº2: "Negación de la legitimidad de los adversarios políticos".

Con su estrategia de combatir a Vox plagiando a Vox, invitaba a sus confundidos electores a optar por el auténtico y rechazar la mala copia que él se esforzaba en representar. Pero no lo han echado a patadas por sus errores, ni por sacar al PP de la centralidad y conducirlo al extremismo, lo echaron por perder su torpe pulso a Ayuso, quien situada a su derecha defiende sin complejos las coaliciones con Vox. Así que del giro al centro sólo conocemos por ahora el talante menos osco del nuevo líder. Aunque en las últimas semanas ha hecho declaraciones a la altura del mejor Casado. Habrá que esperar, a ver como afronta su peor problema, que es Vox: lo de CyL no es un buen principio.

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