Crónica Personal

El gran error de Pedro Sánchez

Sánchez teme ahora que con las elecciones de la Comunidad de Madrid se inicie su camino hacia la nada

Pedro Sánchez ha bajado a la arena política con un entusiasmo inusitado para enfrentarse… a una candidata regional. Madrid bien vale el esfuerzo extraordinario de un presidente del Gobierno, pero en el empeño de Sánchez se advierte una preocupación que confirma lo que todo el mundo piensa: Madrid puede convertirse en tumba o gloria de importantes dirigentes políticos nacionales. El futuro de Casado, Sánchez, Arrimadas e Iglesias se decide el 4 de mayo. Y por lo que comentan abiertamente destacados socialistas que no ocultan su preocupación por esas elecciones, a Sánchez no le llega la camisa al cuerpo pensando que Ayuso puede mantenerse en el Gobierno regional. Lo haría no sólo con un importante número de escaños conseguidos gracias a los votantes habituales del PP, sino también gracias al respaldo de antiguos votantes de Vox, Cs… y el PSOE. Sí, también del PSOE.

Para Sánchez estas elecciones madrileñas son un problema. Su Gobierno de coalición cuenta con un gran rechazo social por decisiones que en algunos casos han indignado a un porcentaje alto de socialistas, sobre todo las relacionadas con cesiones a exigencias de los independentistas catalanes, los nacionalistas del PNV y los filoterroristas de Bildu; pero nada le impedía mantenerse en el Gobierno hasta el final de la legislatura e incluso mantenerse en la próxima, dado el apoyo de esos partidos y gracias al escaso empuje de Casado, que ha decepcionado a tantos votantes del PP que no era disparatado pensar que en las próximas elecciones se podía producir el sorpasso de Vox.

Todo ese capital lo ha echado abajo Sánchez y sus famosos asesores, encabezados por Iván Redondo, en el que Sánchez confía tanto que le ha encomendado la campaña de Gabilondo. Ha echado abajo ese capital con un inmenso error que ha desencadenado la situación actual: la presentación de dos mociones de censura, una en Murcia y otra en Castilla y León. Ni supieron hacer bien las cuentas -fallaron las dos porque les falló Cs-, ni con su habitual soberbia calibró Sánchez que hay vida política más allá del PSOE y no advirtieron de que en el PP una dirigente política vio la jugada. Ayuso se apresuró a blindarse ante una maniobra que tenía como objetivo que Madrid quedara en manos de la izquierda.

La soberbia y la ambición desmedida no son cualidades aconsejables nunca; menos en política, porque impiden ver las jugadas con claridad y valorar fríamente al adversario. Casi siempre provocan desaguisados: Sánchez, el promotor de mociones de censura poco meditadas, teme ahora que con las elecciones de Madrid se inicie su camino hacia la nada.

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